Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

lunes, 8 de agosto de 2011

29. KYLE


     Cuando vi entrar al individuo ya intuí que podríamos tener problemas. La mañana anterior nos había espantado de la puerta bajo amenaza de llamar a la policía, y ya la otra vez, cuando entramos al local, vino amablemente a expulsarnos de allí. Solo le faltó la escoba para golpearnos como a gatos callejeros.
     Se llevó a Riley aparte y estuvo aleccionándola. Observé cómo ella parecía un volcán a punto de estallar. Tenía carácter la chica después de todo, ya que fui testigo de cómo se le enfrentó. Oculté una sonrisa cuando el tipo salía y ella pareció contenerse para no hacer algo del estilo de tirarle un taburete a la cabeza. Menuda gata salvaje. Y al concederme un instante para imaginarla con un ceñido traje de catwoman a lo Halle Berry, se me revolucionó la libido. ¡Ay, Dios! Di gracias por llevar el chaquetón holgado. Pese a sus estrechas caderas y su altura cercana a la mía, Riley era un bombón digno de degustar.
     - Podemos irnos. – Anunció la chica y volví a la realidad, cuando me giré comprobé que el camarero ya había barrido el suelo y colocado todas las sillas en su lugar correspondiente.
     Salimos al gélido exterior y esperamos a que Riley echara los cerrojos, al instante seguimos al grupo. Jared iba entretenido con el duendecillo pelirrojo, y Riley se colocó a mi lado, gesto que agradecí y me agradó.
     Tomó mi mano, puso algo en la palma y cerró mi puño.
     - ¿Esto qué es?
     - Mi propósito era invitaros pero Jared se empeñó en que no quería caridad. – Hice que se detuviera un instante y la miré con atención, estaba algo tensa, parecía esperar que yo también la rechazara. – No era una limosna, sino una invitación. Por favor, no me la rechaces.
     Sus manos seguían rodeando mi puño y pese a que para ella era un gesto sin importancia, para mí tenía un gran valor. Sus ojos castaños me observaban apenas sin pestañear, grandes y cálidos, curiosamente envolventes.
     - Claro que no. – Ella me soltó y yo oculté la mano en el bolsillo temeroso de abrir el puño y romper el conjuro que  me había hechizado. Echamos a caminar de nuevo e iba tan cerca de mí que podía oler su leve perfume, una fragancia que  rascaba en mi subconsciente, un olor que me era vagamente familiar.
     Riley se estremeció, volví la vista y comprobé que llevaba un anorak sobre su fina camiseta de algodón.
     - ¿Tienes frío?
     - Oh, no. – Respondió quitándole importancia al hecho de estar congelándose mientras seguía caminando a mi lado.
     - Si quieres… puedo darte un poco de calor. Ven aquí. – La atraje hasta mi costado y la envolví con mi brazo izquierdo. No tenía ni idea de por qué lo había propuesto pero tampoco supe porqué ella aceptó sin titubear.
     El calor de su cuerpo traspasó todas las capas de ropa hasta que me alcanzó, o tal vez fue la corriente eléctrica que sacudió mi cuerpo de extremo a extremo.
     - Esos amigos tuyos… se ven buena gente. – Dije más que nada para romper el silencio.
     - Lo son… Ya ves, hasta me admitieron en su grupo, ya lo creo que son excepcionales.
     - No puedes hacerlo tan mal.
     - No te hablo del grupo musical, ahí solo participo en los coros de vez en cuando. Me refiero a que me acogieron como una amiga más. Nunca he sobresalido como buena para hacer amistades.
     - Pues con nosotros lo has hecho bastante bien, como una experta, diría yo.
     No me gustó que se quitara importancia y hablase como si sus amigos le hubieran hecho un favor tremendo. Quizás su nivel de autoestima estaba un poco bajo.

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