Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

sábado, 23 de julio de 2011

28. RILEY

                Ver a Amber coquetear con Jared despertó un monstruo que al parecer dormitaba en mi interior. Tuve que sonreírles cuando el chico me dedicó una de sus miradas.
                Volví la vista a Kyle que pareció conectar con los chicos. Desde el principio supe que éste era el más lanzado de los dos. Pasé un paño húmedo por el lado del mostrador más alejado de donde ellos se encontraban. Necesitaba distraerme un poco, ellos conseguían que mi cerebro se paralizara y dejara de funcionar como era debido.

                Faltaban unos minutos para cerrar y la gente iba abandonando el local. Mis amigos se sentaron junto a una mesa mientras yo hacía las cuentas.
                Estaba inclinada sobre el ordenador cuando Jared llegó junto a mí. Sentí su presencia incluso estando de espaldas a él, siempre olía a jabón.
                - ¿Cuánto te debo?
                - Invita la casa.
                - No puedes invitarnos, ya lo hiciste ayer. ¿Recuerdas?
                Me quedé en silencio un segundo, no sabía que él lo había averiguado, tal vez se lo había confesado Kyle.
                - Insisto, es una invitación.
                - No necesito tu caridad.
                No eran unas palabras especialmente duras pero me dolieron igual que un buen puñetazo en el estómago. Bajé la vista y tomé su dinero, le devolví el cambio y él se alejó de mi lado. Sentí las lágrimas escocer en mis ojos. Que un tío que vivía de la caridad de los demás me dijera que no quería la mía… realmente me dolía. Sobre todo viniendo de él, porque a cualquier otro lo habría mandado a hacer gárgaras.
                Pero lo más doloroso es que no era caridad, era una invitación, y el hecho de que yo no fuera el tipo de persona que va entregando propinas, limosnas ni haciendo invitaciones, suponía que debía hablar en mi favor.
                No sé que me ocurría con ellos dos pero estaban sacando una característica que no sabía que tuviera… jamás he sido bondadosa.

                Mi jefe entró al local y dedicó una malvada mirada a Kyle y a Jared. Llegó junto a mí y me llevó a un rincón apartado. Me regañó.
                - ¿Qué hacen esos ahí?
                - Son mis amigos. – Justifiqué su presencia allí metiéndolos en el mismo grupo que a los otros.
                - La otra mañana los eché de la puerta. Riley, son vagabundos.
                - Pero tienen dinero para pagar lo que consumen. – Me mantuve firme a sus ojos, no podía tener queja de mí, puesto que yo siempre hacía bien mi trabajo.
                - No me gusta que entren aquí, aunque puedan pagar. Ahuyentan a la buena clientela.
                - Pues a mí me parece que a los clientes de esta tarde no les ha importado, no había ni una sola mesa libre.
                Era raro para mí enfrentarlo y de hecho jamás lo había intentado siquiera. No es que yo fuese una chica callada y asustadiza, es solo que nunca tuve razón para protestar.
                - Recuerda que ante cualquier problema… tú eres la responsable.
                - Perfecto. – Concluí furiosa. No era ninguna novedad que yo fuese la responsable de cuanto ocurriera en el local. En un principio pensé que era un privilegio que confiara en una chica para conducir el negocio en su ausencia, pero cada vez había ido adquiriendo más cargas y obligaciones pero los derechos no crecían en igual proporción.
                El jefe recogió la recaudación y se marchó. Me contuve para no hacer una burla a su espalda, porque se suponía que yo ya no era una chiquilla, por ello me mordí la lengua antes de hacer o decir algo indebido.

viernes, 22 de julio de 2011

27. JARED

                Kyle y sus ganas de coquetear con las chicas, a este tío le daba igual si eran guapas… o feas. Era un mujeriego y el caso es que a pesar de su posición, conseguía que las mujeres de todas las edades quedasen cautivadas por su simpatía.
                Era un gato callejero encantador, él si sobreviviría a esta situación. Caminaba entre la gente con la mano levantada, dispuesto a aceptar cualquier dádiva. Le había visto recitar versos, regalar flores, piropear a ancianas. Estas eran las mejores, él llegaba y les regalaba una simple rosa robada de cualquier jardín y les decía lindezas como: “Dios la ha traído al mundo llena de atractivo y esplendor”… y enseguida rebuscaban en sus monederos y le daban una propina.
                Y me temía que con Riley estaba haciendo lo mismo. Desde que nos invitó en la biblioteca, Kyle había estado dándole vueltas a lo mismo y encaminando todos nuestros pasos hasta aquí.
                Yo no quería deberle nada más a la chica porque la cuenta se estaba haciendo cada vez más extensa y porque el hecho de que me diera cobijo en su casa esa noche sobrepasaba todo cuanto podía esperar de una desconocida.
                Riley llegó junto a nosotros y el gato callejero se puso en acción.
                - No es posible tanta belleza en esos ojos tan bonitos.
                Vaya, esta vez había echado mano de las perlas más valiosas de su extenso repertorio. Pero el show se vio interrumpido por la inesperada llegada de un cuarteto: tres chicos y una chica, que se sentaron a nuestro lado y a los que Riley parecía conocer bien.
                - Venga, ya puedes ponernos unos churritos de esos tan ricos. – Dijo uno de ellos, me incliné un poco para verlos mejor, puesto que se habían sentado junto a Kyle. Al menos uno vestía más o menos del estilo de Riley, con las tachuelas y la camiseta heavy, los otros parecían motoristas. La chica parecía un duendecillo de porcelana. Tenían toda la pinta de formar un grupo de música.
                - Chicos, estos son mis amigos Kyle y Jared. – me sorprendí por la presentación, ¿amigos? No esperaba tener que hacer nuevos amigos, me habría puesto mi mejor ropa… - Kyle, Jared. – continuó con la presentación. – Estos son los chicos: Amber, Víctor, Noah y Lucas.
                ¿Era impresión mía o Riley estaba siendo más elocuente que de costumbre? Si apenas había cruzado con nosotros ni cuatro palabras.
                De pronto nos vimos rodeados por el grupo de amigos, la chica era tan pequeña al lado de Riley que parecía una muñequita y los chicos eran de la estatura normal para la gente de su edad. Ellos se presentaron a sí mismos y empezaron a hablar con Kyle y conmigo. Parece que no les importaba nuestras pintas, porque era obvio que vivíamos en la calle, aunque íbamos aseados y adecentados.
                - Hoy tenemos ensayo. ¿Queréis venir a vernos? – Propuso la chica bajita con cara de duende… Amber. Me sentí persona de nuevo y me pareció buena idea, por lo que cuando Kyle me miró de soslayo solicitando mi opinión se encontró con mi inmediata aprobación.
                - Me parece bien.
                - No es que lo hagan demasiado bien, pero al menos pasamos el rato. – Me confesó la chica. Levanté la mirada y busqué a Riley, ella nos estaba observando y a continuación sonrió. No recordaba haberla visto sonreír en el poco tiempo que hacía que nos conocíamos.

jueves, 14 de julio de 2011

26. KYLE


                Esa sonrisa era genuina, y me constaba que no era exclusiva para mí, pero me reconfortó. Riley debería sonreír a menudo pues estaba preciosa cuando lo hacía. Sin embargo, Jared no prestaba atención y se lo perdió.
                Propiné un discreto empujón a mi amigo hasta que quedó más cerca del mostrador. Para mí era evidente que él era el centro de la atención de Riley. Yo supongo que le caía bien, pero todas las miradas furtivas eran para el bueno de Jared.
                - Sentaos por aquí. – Indicó la chica señalando los taburetes frente a ella. Para lo tímida que era, me extrañaba que quisiera tenernos tan cerca, pero le hicimos caso. De cualquier modo, no se veía ninguna mesa libre.
                Era una delicia verla manejarse en el ambiente que conocía. Enseguida puso delante de nosotros unas tazas con humeante chocolate y un minuto después… una bandeja con churros crujientes.

                Afuera volvía a hacer un frio casi polar y aquí dentro, con este ambiente y esta comida que nos calentaba el estómago, invitaba a no marcharse jamás. Deseaba que nos invitase a su casa a dormir, pero imaginaba que eso era algo que no se volvería a repetir. Ella no era de ese estilo, no porque no se fiara… simplemente creo que no se atrevía.
                Desde luego los churros estaban fabulosos y Riley tuvo el detalle de no quedarse allí parada mientras degustábamos tan rico manjar. Temía el momento de pagar porque Jared se había empeñado en ello, pero yo intuía desde el principio que había sido una invitación formal.
                - No te enrolles porque nos vamos en cuanto termines.
                - ¿Qué te pasa, Jared? ¿A qué viene tanta prisa?
                Jared se comportaba de una forma ridícula. ¿Desde cuándo rechazábamos una invitación? Tampoco es que recibiésemos muchas. ¿Y a quién molestábamos? Esta era nuestra vida, ya lo sabía él cuando llegó a ella, dependíamos de la caridad de los demás… pero si no teníamos ni para dormir bajo techo…

25. RILEY


                Era una tarde bastante ajetreada, siempre ocurría igual a esta hora pero hoy era peor, pues los clientes solían repetir.
                Había vigilado continuamente la puerta, pero como afuera ya estaba oscuro no se distinguía nada. Cada vez que podía, desviaba la mirada hacia la puerta y cada vez que oía el tintineo de la campanilla mi corazón se desbocaba.
                Finalmente me di por vencida, estaba segura de que los chicos no vendrían. Tal vez no había sido lo suficientemente explícita cuando les hice la invitación. Ya estaba comenzando a conocerles un poco pese a las pocas palabras que habíamos cruzado. Y me había quedado claro que Jared no estaba muy cómodo cuando recibía algo a cambio de nada.

                Oí tintinear la campanilla, miré el reloj, era demasiado tarde y mi lengua, una vez más, había sido demasiado larga. Me acerqué a Adrian a decirle que cuando se acabase esa masa ya no hiciera más, en días como hoy cerrábamos un poco antes.
                - ¿Esos churros son tan buenos como dicen?
                Esa voz… Kyle, sin duda. Me volví despacio frente al recién llegado. Lo mejor de todo era que Jared le acompañaba.

lunes, 4 de julio de 2011

24. KYLE

                - Y qué más da. Vamos. – Dije tratando de convencer a Jared. Nos hallábamos frente a la cafetería donde trabajaba Riley y yo estaba ansioso por verla de nuevo. No sé de dónde podía venir ese deseo ya que jamás me había gustado ninguna chica del modo que me gustaba ésta.

                Tenía algo que me hacía querer más y más, así como una droga, esperaba que no fuera igualmente nociva para mi salud, dejando a un lado el hecho de que sí era adictiva.
                Después de que yo volví del aseo, Riley se quedó con nosotros unos minutos más, rato en el que ninguno de los tres habló pero en el que me sentí bastante a gusto. No sé si ellos pensarían lo mismo, pero pese a lo hablador que soy, no me empeñé a llenar el silencio con palabras. Estuvimos observando absortos la fuente ornamentada que había en el patio frente a nosotros. Luego ella se despidió y se marchó con sus libros bajo el brazo.
                - Voy a mirar un rato en internet. ¿Te vienes?
                - No, me quedo a… ya sabes – dijo Jared señalando el cómic. – A leer un rato.
                Supe que echaría una cabezadita hasta que le despertase yo o el vigilante de seguridad. Al bajar las escaleras comprobé aliviado que este guardia de seguridad era el amable, dejaría a Jared dormir un rato.

                De modo que allí nos encontrábamos, mochilas al hombro, frente a la iluminada cafetería, decidiendo si entrabamos a degustar los churros y el chocolate.
                - ¿A qué viene tanto interés?
                No se lo pensaba decir, de todos modos era solo un encaprichamiento pasajero, pronto mis neuronas volverían a desempeñar su función y mi corazón dejaría de dar tontos saltos de entusiasmo cada vez que la tenía cerca.
                - Pagaremos. – Concluyó Jared y no tuve más que doblegarme y aceptar.
                Y entonces entramos en el local, un delicioso olor nos recibió y automáticamente mi estómago comenzó a enviarme mensajes subliminales… “comer, comer, comer”… Vale, mi estómago no entendía de sutilezas.