Sabía lo que Jared intentaba hacer, él se había dado cuenta de que yo estaba enfermo y pensaba que también era demasiado orgulloso para aceptar la ayuda. Pero se equivocaba, perdí el orgullo poco a poco en todos estos años, y ya casi nada me afectaba.
Le dejé hacer porque no quería ponérselo difícil, él también tuvo que depender de mí al principio. Aquella vez que le patearon a base de bien, le llevé al hospital y me lo devolvieron firmemente envuelto en unas vendas elásticas y con una contusión en las costillas. Durante algunos días le fue muy difícil desenvolverse con soltura, y aquello le enrabió. Era digno de mención que se pusiera furioso por no ser capaz de valerse por sí mismo, y luego tuviera la calma y la paciencia de un santo para no meterse en una pelea.
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