Estaba agotado cuando por fin regresé con Kyle. Había descargado varias furgonetas de fruta y hortalizas, había ayudado al pescadero y al carnicero. Ahora llevaba algunos billetes para sobrevivir varios días más.
Kyle me esperaba repantingado en el maletero de un coche, con las mochilas colocadas a sus pies y una bolsa de comida en la mano.
- ¿Qué tienes?
- Sesenta. – le dije pasándole la mitad. – ¿Y tú?
Sonrió y elevó las cejas expresivamente mientras abría la bolsa y comenzaba a relatar.
- Una señora muy amable me ha traído una cuña de queso de su casa, y otra me ha dado una pieza de pan. Un abuelito me ha dado un par de céntimos… pobrecito, casi tengo que darle yo a él.
Nos pusimos en marcha mientras Kyle proseguía con su recuento.
- Cuatro manzanas, dos naranjas, una zanahoria, un litro de leche… jajaja, y llegó una buena mujer y me dijo que era una vergüenza, que no me daba nada porque me lo iba a gastar en drogas.
- Sí, claro. Con esto de la crisis las drogas están a mitad de precio.
- Precisamente – concluyó Kyle y nos tronchamos de risa.
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