Era
un ángel, heavy, pero ángel al fin y al cabo. Nos había traído una enorme
fiambrera con guiso para dos días y algunas latas de cerveza, entre otras
cosas. Verla en el umbral de mi nuevo hogar (el trastero) con dos bolsas
reciclables llenas hasta arriba y esa carita de no querer molestar, me destrozó
por completo.
Me
levanté de donde estaba y me senté a su lado, a escasos centímetros de ella. La
piel me ardía allí donde mi rodilla rozaba con la suya.
-
Ven, siéntate aquí. – Le indiqué un lugar sobre la alfombra, entre mis piernas.
La mirada atónita que me dedicó no tenía precio.
-
¿Cómo dices?
-
Siéntate aquí en la alfombra, te voy a dar un masaje que lo vas a flipar.
Pero
no titubeó, se levantó y fue a sentarse donde yo le decía, y esa fue mi
perdición porque comencé a arder de adentro hacia afuera, por combustión
espontánea.
Cruzó
sus largas piernas y se apoyó en sus brazos también cruzados sobre el arcón de
mimbre que hacía las funciones de mesa baja. Era tan alta que apenas tuve que
inclinarme sobre ella. En cuanto puse mis manos en sus hombros, debieron
aparecer chispas que no comprendí porque no me daba calambre.
La
camiseta era de fino algodón y al tacto era como si llevara la más ligera de
las sedas. O tal vez eran mis ansias por prescindir de la tela. Hubiera estado
fuera de lugar pedirle que se quitara la camiseta, por ello tuve que morderme
el labio para evitar que las palabras salieran de mi boca.
Pero
lo más intenso de todo fue cuando ella dejó escapar un sonido a medio camino
entre suspiro y gemido. Me entraron ganas de besarla, pero me detuve a tiempo,
apenas me conocía y no quería que saliera huyendo. Sonó la puerta y Jared hizo
acto de presencia, bajo mis dedos noté como Riley se tensaba.
* * *
- Hoy he visto a mi madre.
No aparentaba estar particularmente emocionado.
Riley hacía un buen rato que se había ido después de
haber cenado los tres juntos. Ahora estábamos cada uno en “nuestra” cama, a
oscuras y justo cuando creía que él ya estaba dormido.
- No pareces muy contento de haberla visto.
- No lo estoy.
Aquí estaba otra vez Jared “el enigmático”, supuse que
habría que sonsacarle la información, como siempre.
- Pensé que vivía en las afueras.
- Y yo.
Iba a ser lento y difícil, pero conociéndolo como lo
conocía, sabía que esta vez quería hablar del tema, solo necesitaba un leve
empujón.
- Pero tú no te la has encontrado en las afueras. ¿Verdad?
- Fui a llevar material a un edificio y coincidí con ella
en la entrada. Ha perdido la casa, el cabrón con el que estaba le hizo una
jugarreta. – Jared hizo una pausa tan larga que supuse que había terminado de
hablar, me dispuse a intervenir pero él continuó. – Me ha dicho que puedo
volver a casa. ¡Ja! Como si ese fuese mi hogar. ¿Quién me asegura que no
volverá a echarme?
- Has rechazado la oferta. Bien por ti. – Respondí para
animarle. Yo no lo habría hecho, pero
Jared estaba muy dolido, y con razón.
- Le he dicho que seríamos dos.
¿Cómo? ¿Dos? ¿Había contado conmigo también? ¿Había
aceptado la propuesta? ¿Una casa como Dios manda?
- ¿Lo has pensado bien?
- Perfectamente. Pero debo advertirte algo. – Permanecí
en silencio esperando lo que viniera a continuación. – No esperes una familia
ideal.
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