Me desperté aturdido y me incorporé de golpe, lo que hizo que todo comenzara a dar vueltas. Me tomé un momento para centrarme y cerré los ojos, había amanecido y tendría que abandonar esta casa cuanto antes. Abrí los ojos y las cosas habían mejorado, todo se quedó donde estaba y pude levantarme sin correr el riesgo de caer al suelo como un peso muerto.
La chica, Riley, estaba enroscada como un gato en una butaca. Recordé la noche anterior, cuando concilié el sueño gracias a sus suaves caricias en mi cabeza pelona. Demasiado bueno para ser verdad. Recogí la ropa seca y subí a la habitación a por el resto de mis trastos. Después de todo, había tenido la suerte de pasar la horrible noche a cubierto.
Me daba pereza abandonar la calidez de aquella cocina para enfrentarme al gélido exterior.
Debí haberla despertado para despedirme o al menos dejado una nota de agradecimiento, pero entonces habría hecho bien las cosas, y ese no era mi estilo. Tenía que reconocer que una noche bajo techo me había sentado de maravilla, la compañía no había estado mal y la cena me había asentado el estómago.
Y ahora estaba huyendo, sí, eso era lo que estaba haciendo, debía ser honesto conmigo mismo.
Había dejado de llover, pero no hacía mucho, ya que el suelo aún estaba mojado. El olor a tierra mojada me embotaba los sentidos, haciéndome recordar otros tiempos, cuando aún tenía un hogar al que regresar.
Decidí no dar más vueltas al tema y aferrando el asa de mi mochila, me encaminé a la puerta del albergue, Kyle me esperaba sentado sobre su bolsa, se le veía desmejorado.
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