Era inmensamente estimulante volver a tomar las riendas de mi vida. Teníamos un sitio al que acudir a dormir por las noches, solo para nosotros, pagábamos un alquiler por ello. Kyle trabajaba en esa empresa de seguridad, vigilando en los polígonos y en los hipermercados.
Yo apenas llevaba un mes en la empresa de materiales de construcción, tal vez iba siendo hora de buscarme un medio de transporte ya se me iba buena parte del sueldo en desplazamiento en bus.
Tomé la carpeta del tablón de pedidos, debía llevar unos materiales no muy lejos de allí. Era una ruta sencilla, subí a la furgoneta y no perdí el tiempo, hoy quería salir temprano para preparar la cena, teníamos invitados: Riley y los chicos de la pandilla. Amber se mostraba bastante receptiva conmigo. ¿Cuánto hacía que no ligaba? Dios, no lo recordaba, cuando uno vive en la calle la gente no mira más allá de unas ropas gastadas y en ocasiones ajadas.
Kyle era otra cosa. Las mujeres se dejaban adular, unas cuantas palabras bonitas y habían abierto sus monederos para él, si se hubiera empeñado habría conseguido que se abrieran incluso de piernas.
Con Riley era distinto. Esa extraña chica no caía en sus redes por mucho que él se empeñara. Kyle “el seductor” no conseguía atrapar a la chica flaca y larguirucha que parecía avanzar a remolque por la vida.
Detuve el vehículo frente al número cuarenta y seis, bajé a la acera y observé el edificio. Necesitaba algunas reformas, eso estaba claro, pero una vez en el interior comprobé que se encontraba en buenas condiciones. Tan solo una nueva capa de impermeabilizante en la azotea, un buen repaso a la fachada y los escalones de la entrada que estaban descascarillados. Todo eso que yo supiera, tampoco era experto en el tema. Llegué a la conclusión de que no era experto en nada, y eso solo hizo entristecerme un poco esa mañana.
Empujé la carretilla y la subí por los maltratados escalones hasta que llegué a la puerta principal, alguien tuvo la amabilidad de sujetarla mientras yo pasaba.
- Gracias por… - Me giré de cara a esa persona y el resto de lo que iba a decir murió en mi boca antes de ser dicho y se evaporó de mi mente a la misma velocidad.
No sabía quién de los dos estaba más sorprendido, si ella o yo. El más anonadado debía ser yo, pues ni en toda mi vida habría esperado encontrarla allí. Y estaba pálida como un muerto. Solté la carretilla y me atreví a sujetarla por los codos cuando ella pareció perder la estabilidad.
- Mamá. – La senté en el interior, en un macetero vacío que había en la entrada. - ¿Te encuentras mejor?
Mi madre levantó la cabeza y me miró a los ojos, volví a sentirme como un chiquillo, antes de que las cosas se complicaran en casa. Ella asintió, comprobé que el color regresaba a su rostro y la vi sonreír, con timidez al principio, luego volvió a ser la de siempre, orgullosa.
- ¿Qué haces aquí? – Pregunté preocupado, no era nada normal encontrar a mi madre fuera de la pequeña población donde vivíamos desde siempre.
- Esto… tuvimos que mudarnos. Héctor nos echó de casa.
- ¿Que os echó de casa? – Me incorporé aturdido. Eso era imposible, nadie podía echarla de su propia casa, él era el parásito: Héctor, quien había llegado y se había limitado a chupar y chupar igual que una sanguijuela. – Mamá, la casa es tuya. Nadie puede echarte de allí.
Mi madre se ruborizó y yo intuí que no se atrevía a contarme algo importante.
- Pedimos una hipoteca porque él quería abrir un negocio. Luego resultó que le fue mal y el banco se quedó con la casa.
- Cabrón. – Mascullé demasiado enfadado para moverme, yo lo sabía desde el principio. Los alerté sobre el tipejo, a ella y a mi hermano pequeño, pero no quisieron escucharme. Aunque, no debería quejarme, al fin y al cabo a mí también me echaron a la calle como a un perro.
Me senté a su lado en el macetero, ella parecía muy digna pese a lo que me contaba.
- ¿Qué fue lo que ocurrió exactamente? ¿Cómo os pudo echar a la calle?
- Él compró la casa en la subasta pública.
- Pero si era un muerto de hambre, él no… - Entonces todo comenzó a cuadrar. Había estado jugando con nosotros, viviendo a nuestra costa pero nunca tenía suficiente. Ahora tenía una casa a precio de saldo y la mujer que lo había adorado y complacido por encima incluso de su propia familia, había terminado en la calle.
Una minúscula parte de mí y muy escondida en lo más profundo de mi ser, aplaudió por la justicia poética del hecho OJO POR OJO. Pero no dejaba de ser mi madre y mi hermano.
- Y ahora vives aquí.
- Ahora estoy aquí. Llevo algunos meses, afortunadamente el trabajo me va bien y Dean puede seguir estudiando.
PERO YO NO… pensé sintiéndome abandonado. A nadie se le ocurrió pensar que yo querría seguir mis estudios, quizás ir a la universidad.
- ¿Dónde has estado todo este tiempo?
- Es curioso que lo preguntes ahora.
- He estado preocupada todo este tiempo.
- Permite que lo dude. ¿Acaso saliste a buscarme?
- Supuse que tal vez estarías mejor en casa de algún amigo.
Ya, solo que había descubierto que no eran tan amigos como esperaba: unos demostraron claramente que no querían ayudarme y otros no quisieron complicarse la vida.
- Pues he estado viviendo en la calle, con los vagabundos. – Sentía que debía ser sincero, que ella supiera de primera mano que había tenido que buscarme la vida y dormir en la calle.
- ¿Dónde paras ahora? Veo que estás trabajando.
- Ya, siempre fuiste muy observadora. El caso es que he descubierto que los desconocidos pueden portarse mejor que los conocidos.
- Te refieres a mí y lo siento, hijo. – Me miró un instante pero enseguida apartó la mirada, como si le quemara el contacto visual. – Déjame compensarte.
La miré de reojo y esperé a ver qué era lo que tenía en mente y no pudo sorprenderme más.
- Vuelve a casa, en la habitación de tu hermano hay una cama libre. No es mucho, pero es lo único que puedo ofrecerte.
- ¿Estás segura de que me quieres de nuevo en tu vida? – Por alguna razón, y pese a ser su hijo mayor, el primero, parecía que desde que dejé de ser niño ya no encajaba en su vida. De hecho, dejé de ser un niño para convertirme en el cabeza de familia, quizás ella no podía soportar que yo ocupara ese lugar.
- Sí, lo estoy. Vuelve a casa.
Pero no sería “volver a casa” exactamente, ya no era mi hogar, ahora era un lugar extraño… con gente extraña.
- Solo volveré si puedes acoger a alguien más. – Eso consiguió despertar su curiosidad.
- ¿Una chica?
- No, un chico. – Sabía que sonaba raro, distinto a como era en realidad, intenté que sonara diferente, tal y como era realmente. – Un amigo, como un hermano para mí.
- Tú ya tienes un hermano, de tu sangre. – Y noté que al decirlo parecía resentida, me dio igual.
- A veces la sangre… traiciona.
Debería sentirme bien, satisfecho por lo que acababa de decir, pero yo no era ese tipo de persona. Esto no me divertía, aún me dolía que mi madre se hubiera desecho de mí.
- Está bien. Trae a tu amigo, pero para él solo hay un plegatin en el salón. Espero que se conforme.
- Lo hará. – Si ella conociera como era Kyle… lo agradecido que era… - Incluso te pagaremos parte del alquiler.
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