Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

miércoles, 2 de mayo de 2012

38. RILEY


            Llevaba varios días sin ir a hacerles una visita a Jared y Kyle en su madriguera. Como los dos tenían trabajo era más difícil coincidir con ambos a la vez, aunque quien más me interesaba es Jared y no es que me prestara mucha atención.
            Me presenté en el trastero con una bolsa llena de comida, toda hecha por mí y no era por presumir, pero era deliciosa porque se me daban realmente bien los guisos. Solo estaba Kyle, que pareció muy feliz de verme, era un tío que sabía ser agradecido, siempre ponía esa cara feliz, todo dientes cuando le preparaba algo de comer aunque solo fuera un bocata del bar.
            - Me pillas que iba a darme una ducha. ¿Te importa esperar?
            - Oh, no. Veré un rato la televisión.
            - Coge una Coca-Cola del frigorífico… siéntete como en tu casa. – Tomó una toalla de las que yo le había traído en otra ocasión y una muda de ropa interior, parecía muy feliz cuando se encerró en el baño.

            Cuando entré al baño, accidentalmente me encontré con Kyle. Solo llevaba puesto un pantalón vaquero e iba descalzo.
            - Perdona, creí que ya habías terminado. – Me volví para salir pero él me retuvo sujetándome por el brazo.
            - Ya he terminado. Estoy listo.
            Y efectivamente estaba listo, para comérselo con los ojos. Llevaba desabotonado el pantalón y le quedaba caído colgando de sus estrechas caderas. Me permití un vistazo detenido: tenía unos bíceps para hacerme suspirar y estaba bronceado. Ningún tatuaje a la vista, lo que me llevó a fijarme en una cicatriz que arrancaba de debajo del pezón izquierdo y que le llegaba al costado.
            Un escalofrío repentino me sacudió cuando me permití pensar en el origen de esa cicatriz. Sin pensarlo y de forma inconsciente, me vi llevando la mano a la cicatriz, y en las yemas de los dedos noté el tacto rugoso de la piel, acompañada a ambos lados por unos rastros punteados de donde debieron estar las grapas.
            - ¿Qué fue? – Me vi preguntando a la vez que me inclinaba descaradamente para verlo más de cerca.
            - Una disputa territorial. Ocupé el sitio de otro. Pero fue hace mucho tiempo, al principio del todo. – Se alejó de mí y yo me incorporé avergonzada. Me lavé las manos, como era mi intención, mientras me observaba en el espejo. Estaba ruborizada, en claro contraste con el negro de mi ropa.
            - Deberías comprarte alguna camiseta en rojo… – Lo miré sin comprender. – Te sienta bien ese color. – Terminó indicándome con un gesto mis mejillas.
            Después de un rápido secado en la toalla de mano, fui hasta el supuesto salón y me senté en el otro sofá. Me dejé caer perezosamente contra el respaldo, estaba más cansada de lo que creía.

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