Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

sábado, 17 de diciembre de 2011

34. KYLE


     Cuando el agua tibia empezó a empapar mi pelo y todo mi cuerpo, sentí una felicidad infinita. Llevaba no sé cuánto tiempo lavándome como los gatos, a lengüetazos y por partes. Y el lujazo de disponer de todo el tiempo del mundo para asearme era comparable al primer premio de la lotería.
     Me planté delante del lavabo y comencé a afeitarme. Tarareaba una vieja canción pero mi mente no estaba ni en la tarea que llevaba a cabo ni en la melodía que destrozaba, solo pensaba en Riley.
     Riley había entrado en nuestras vidas para cambiarlas, era un ángel… sin pretender serlo. Me constaba que era una chica corriente pero sin querer se había cruzado en nuestro camino y parece que desde entonces las cosas nos iban mejor.
     Tener un techo sobre nuestras cabezas y una cama para descansar estaba en la cúspide de mi pirámide de necesidades. Ahora sería un poco menos difícil encontrar un trabajo y formar una familia. Esto último debía estar en el primer puesto pero siempre he sido realista y comprendido que para tener una familia antes debía tener medios para mantenerla… y jamás permitiría que un hijo mío o mi esposa tuvieran que dormir entre cartones o sobrevivir de la caridad de los demás.

     Una vez duchado y afeitado me sentía liviano, abandoné el pequeño aseo y llegué junto a la cama. Jared estaba profundamente dormido y yo me disponía a hacer lo mismo cuando oí que llamaban a la puerta. Con la toalla rodeando mi cintura fui a ver de quién se trataba. No podía imaginarme quién podría venir aquí a estas horas… algo después de media noche.
     Abrí la puerta con precaución y me sorprendí al encontrarla en el umbral. Riley sonreía, a mí, porque en esta ocasión solo estaba yo. Me sentía abrumado por su visita y no imaginaba a qué podía deberse. No hizo intentos de entrar.
     - Toma, pensé que os haría falta esto. – Del suelo levantó una bolsa de lona. – Son toallas y sábanas.
     - Vaya, te lo agradezco. ¿Quieres pasar?
     - No son horas de visita, ya me llegaré en otro momento en que estéis… vestidos.
     - Como quieras.
     Cerré la puerta una vez que se perdió de vista, a cada momento esta chica me sorprendía más.

domingo, 11 de diciembre de 2011

33. JARED


     Desperté cuando alguien me zarandeaba con insistencia. Miré a la izquierda y vi que era Kyle quien me estaba incordiando.
     - Para ya, ¿No? – me froté los ojos que notaba irritados y miré alrededor. Los chicos del grupo estaban recogiendo parte del equipo, Kyle estaba a mi lado con cara de felicidad y las chicas estaban en el otro sofá, me miraban con igual cara de bobas.
     - ¿Qué me he perdido?
     - Los chicos dicen que podemos quedarnos aquí esta noche. – Confesó Kyle haciendo un gesto con el brazo y abarcando toda la estancia.
     - En realidad podéis quedaros cuanto queráis. Nosotros solamente venimos por aquí tres veces a la semana. – Opinó Víctor.
     Más caridad. Iba a protestar pero vi desesperación en los ojos de Kyle.
     - Por ahí debe haber un hornillo de camping por si os sirve para preparar algo de comer.
     Se veía que la decisión dependía de mí, Kyle me miraba con atención y esperanzado mientras esperaba a que hablara. Lo pensé un instante antes de dar una respuesta definitiva. Los chicos decían que podíamos quedarnos el tiempo que quisiéramos, en esas nuevas circunstancias podríamos tener una posibilidad de sobrevivir, quizás así pudiéramos encontrar un empleo sin tener que cargar en todo momento con la pesada mochila.
     - Está bien, pero con una condición.
     - Tú dirás. – Respondió Noah desde su posición junto a las cajas de los trastos.
     - En cuanto encontremos un empleo pagaremos un alquiler.
     - Me parece bien. – Admitió Noah que luego sonrió satisfecho. Llevó junto a ellos un hornillo portátil de los que se usan en las acampadas. – ¿Veis? Sabía que no andaba muy lejos. Aún tiene un poco de gas, pero puede que en breve debáis ir a rellenar la bombona.
     Kyle estaba contento, lo vi en su cara y en la de Riley. Pese a mi recelo inicial, debía admitir que aquella gente era distinta a cuanta conocía.
     No tardaron en marcharse y aproveché para curiosear por los rincones. El aseo disponía de una pequeña ducha con agua caliente y los sofás se convertían en dos confortables camas. Esta noche ya teníamos el estómago lleno después del chocolate y los churros, pero al día siguiente podríamos ir a hacer una pequeña compra para rellenar la mini nevera.

     Sí, definitivamente cada minuto que pasaba me daba cuenta de que había tomado una buena decisión. Deseaba no arrepentirme, sin embargo, ver el gesto feliz de Kyle daba más peso a la decisión. No era esto, precisamente lo que se merecía mi amigo, pero íbamos por buen camino.
     - Madre mía, no es un palacio pero es un sitio estupendo. ¿No crees?
     Había dejado su mochila junto a la mesita baja y sacaba un par de cosillas: una toalla de ducha bastante liviana, sus enseres de aseo y ropa interior limpia.
     - Escucha, Jared. Sé cuánto te molesta aceptar la ayuda de la gente, pero te agradezco que en esto hayas cedido.
     - Solo hasta que podamos pagar una pensión o algo parecido.
     Desde luego no iba a permanecer allí de por vida, viviendo de prestado; por muy buena gente que fueran yo no podía abusar de la situación.
     Kyle entró al baño y yo cambié la ropa que llevaba puesta por un pantalón de deporte y una camiseta de manga larga. El local era tan acogedor que no se notaba el frío exterior. Debía obedecer al aislamiento acústico que también proporcionaba el correspondiente aislamiento térmico.
     Me eché en una de las camas, cubierta tan solo por un gastado edredón. Me acomodé mirando hacia el techo y reparé, muy a mi pesar, en los cambios de mi vida ocurridos en los dos últimos días. Debía reconocer que lo mejor que me había pasado en mucho tiempo era conocer a Riley.

sábado, 19 de noviembre de 2011

32. KYLE


     - Estoy aquí, contándote mis penas y eres tú la que se pone triste.
     Riley sonrió y mostró sus pequeños dientes blancos como perlas, seguidamente se mordió el labio inferior atrapando el aro de titanio que llevaba prendido a un lado. Nunca me gustaron los piercing, pero creía que el encanto de Riley residía en cada uno de sus detalles.
     - Ahora mismo me estaban asaltando mis viejos fantasmas.
     - ¿Tú tienes de eso?
     - Claro, como todos.
     Riley se sentó en el escalón y se abrazó las rodillas, las largas mangas del anorak le cubrían las manos. Hacía un frío polar, pero estaba a solas con ella, lo que iba buscando desde el principio. No me hallaba en condiciones de seducirla: sin trabajo, sin vivienda… de nada disponía para ofrecer.
     Definitivamente… no, tendría que conformarme con tontear y poco más.
     - ¿Cuáles son esos fantasmas que te acosan? – Pregunté finalmente viendo que ella no se decidía a hablar.
     - ¿No te gustaría estar ahora mismo en algún lugar donde siempre fuera primavera?
     Cambió de tema para no responder a mi pregunta. Decidí no insistir si ella no quería hablar del tema.
     - Pues a mí me gusta esta ciudad. Estos días fríos de invierno son muy pocos. Hay lugares donde siempre está azotando el viento, llueve continuamente y es raro el día en que ves lucir el sol en un cielo despejado. Además, tenéis playa, esto es el paraíso, nena.
     Ciertamente podía hablar de ello con conocimiento de causa. Durante mi infancia, una vez que el trabajo escaseaba, mi padre y yo nos veíamos obligados a alejarnos de nuestra ciudad natal.  Es más, ésta ciudad donde me encontraba ahora mismo distaba al menos mil kilómetros de la pequeña ciudad que me vio nacer.
     Desde su posición sentada en el escalón, Riley se veía muy pequeña, casi angelical, si no fuera por las largas piernas replegadas delante de su cuerpo. La vi llevarse las palmas de las manos a los ojos y en esa postura estuvo durante un buen rato.
     - ¿Te encuentras bien? – Tomé asiento a su lado y me concedí la libertad de envolverla con mi brazo izquierdo.
     - Sí. – Respondió y se rió. – Simplemente… el día se me ha hecho larguísimo y anoche casi no dormí nada.
     El sonido de su risa me entusiasmó y contagió.
     - ¿Quieres que te acompañe a casa?
     Destapó sus ojos y se volvió a mirarme, seguía sonriendo.
     - ¿De veras me acompañarías?
     - Sí, ¿Por qué no? Se te ve cansada. Podría… seguir proporcionándote calor.
     Sabía que estaba pisando arenas movedizas, por supuesto que había desplegado mis encantos e intentaba seducirla. Sin embargo me constaba que Riley no había sido nunca blanco del cortejo de ningún chico. A la vista estaba que se sorprendía de mi cortesía.
     Se levantó con una agilidad pasmosa y me tendió la mano para ayudarme. La tomé pero me levanté sin ocasionarle ningún esfuerzo.
     - Oh, parejita, estabais aquí. – Ambos nos volvimos a mirar a la recién llegada, Amber. Se quedó plantada en la puerta y habló. – Víctor dice que si queréis podéis pasar aquí la noche, los sofás son también cama.
     - ¿Qué te parece? – Me preguntó Riley con los ojos brillantes por la emoción. Estaba tan sorprendida como yo. La idea me pareció de lo mejor que había escuchado, pero la interrupción me fastidió el momento íntimo con Riley.
     - ¿Se lo has dicho a Jared? – Conociéndolo, era capaz de rehusar.
     - Oh, él está dormido… aún con los chicos aporreando los instrumentos.
     Riley pareció revitalizada. Sin abandonar su sonrisa, entró al local detrás de Amber. Ir tan cerca de ella me puso a cien, sobre todo al tener su nuca despejada a una distancia tan corta.

martes, 8 de noviembre de 2011

Cambiaré tu vida, seleccionado para publicarse en una antología romántica por Ediciones Rubeo.

Como ya os conté hace un mes, envié un relato corto a un concurso de relatos románticos organizado por Ediciones Rubeo. De todos los enviados, los ganadores serían publicados en una antología el proximo día 14 de febrero. Pues bien, como ya dije, me animé y logré hacer un minirelato que cumpliera con los requisitos.

Menuda fue mi sorpresa ayer al ver mi nombre escrito en el listado de los autores que lo han conseguido. Desde aqui mi enhorabuena al resto y a Ediciones Rubeo por darme esta oportunidad.

Cambiaré tu vida es el título del relato seleccionado. Y mi nombre es Isabel Romero. La historia, podría decirse que es la segunda parte de otra anterior que tengo escrita, donde arrastro personajes secundarios para tener su propia historia. Se pueden leer independientemente, pues solo van enlazadas a través de los personajes.

lunes, 3 de octubre de 2011

Comienzo el viaje

Me lo estoy tomando como un viaje, pero no viaje entendido como trayecto, sino como un viaje en si donde disfruto del camino antes de llegar al objetivo. Mi objetivo está claro, quiero publicar algo, quiero ver mis relatos en papel, en la estantería de una librería.
Supongo que sería la primera en comprar puesto que el primero sería para una amiga especial que me lee todo lo que escribo y además me ayuda a elegir títulos, nombres de personajes y demás. Espera cada nueva pagina intrigada por qué pasará y me interroga acerca de todo ello.
Con todo esto quiero decir que acabo de presentarme a dos concursos de relato corto.
Si ya pensé que escribir un relato largo era una odisea para mi (esto es, como las que escriben 500 o 600 paginas, bien por ellas), condensar una historia en diez paginas o en 1.000 palabras, es algo así como un esfuerzo titánico.
Pero lo he logrado, he escrito una historia en diez paginas para un concurso y despues una historia en mil palabras para otro concurso.
Ojalá  haya suerte, porque desde los doce o trece años estoy metida en esto. No ha sido sino hasta hace poco que me he decidido a tirarme de cabeza. Estoy en trámite de registrar tres relatos que tengo terminados y de ahi pues a enviarlos a las editoriales a ver que tal, si les gusta y funciona.
Lo cierto es que necesito lectores voluntarios para ver que les parece.
Ya diré qué resulta de ambos concursos.
*Uno de ellos tiene el 30 de octubre como plazo máximo de entrega, imagino que a partir del día siguiente comunicarán algo al respecto. Este concurso es para publicar en e-book. Desafortuandamente aun no soy usuaria de este invento, pero me gustaría ser una de las veinte afortunadas/os.
*El otro de los concursos tiene como plazo máximo de entrega hasta el 7 de octubre, asi que pronto sabré algo. Éste será un libro propiamente dicho, esto es, en papel, os lo pongo tal y como lo han explicado ellos: "El libro se editará con los relatos que la editorial considere que ofrecen la calidad suficiente, tenga el volumen que tenga (nº de páginas), en formato DINA 5, portada color con solapas"
Espero tener suerte al menos con alguno de los dos relatos.

viernes, 2 de septiembre de 2011

31. RILEY


     Observaba a Jared cuando lo vi dormirse. Lo hizo como los críos pequeños, que no esperan el sueño con los ojos cerrados. Estaba mirando hacia el techo con los ojos abiertos y al instante los cerró y volvió la cabeza a un lado, entonces ya no se movió. Incluso me asusté, pero su pecho subía y bajaba rítmicamente en lentos intervalos.
     El cansancio de muchos días no podía solventarse con una sola noche de sueño reparador. Volví los ojos hacia Kyle y comprobé que tenía los suyos puestos en mí, pero no me estaba mirando ya que observé que tenía la mirada desenfocada.
     Habría dado cualquier cosa por saber qué pasaba por su cabeza en ese instante. Parecía triste. De pronto enfocó la mirada y se dio cuenta de que me estaba mirando, apartó los ojos y se puso en pie.
     - Voy a tomar un poco el aire.
     - ¿Quieres que te acompañe? – Le pregunté poniéndome en pie frente a él.
     Se encogió de hombros y yo lo tomé como un sí, aunque significara que le daba lo mismo. En el exterior nos envolvimos un poco más en nuestras ropas de abrigo, yo por mi parte me abracé con fuerza, poniendo mis manos bajo mis brazos. Estos largos dedos míos se enfriaban enseguida.
     “Tienes manos de pianista” me dijo una vez alguien, y fui a probar mi valía con unas clases de piano. Luego se demostró que tenía manos de pianista torpe. En el tiempo en que cualquier alumno habría avanzado algo, yo no conseguí pasar de hacer la escala con un solo dedo.
     - ¿Te acosaban viejos fantasmas? – Le pregunté y yo misma me sorprendí por ello. Jamás, repito, jamás había intentado hablar con los demás sobre sus asuntos o aflicciones.
     - Se está muy bien con tus amigos. Nos tratan como si nos conocieran de toda la vida. Es la primera vez que me ocurre algo parecido.
     Era obvio que no quería hablar del tema, no insistí.
     - Ya te dije que son excepcionales. Raros, eso sí, pero estupendos.
     - Gracias. No sé si ya te agradecí antes por ocuparte de mi amigo.
     - Creo que sí. De todos modos no fue nada.
     - Es duro para él, aun no está acostumbrado a esta vida, y ya te dije que es demasiado orgulloso para ello.
     - ¿Cuánto tiempo llevas tú en esta vida?
     - Algunos años. Pero ya estoy acostumbrado, sin embargo podría habituarme de nuevo a tener un techo sobre mi cabeza y un plato de comida asegurado todos los días. Y no digamos un buen baño relajante en lugar de una ducha rápida con agua tibia.
     No conocía las circunstancias que le habían llevado a vivir en la calle pero ya sabía que la vida era injusta. Durante muchos años pensaba que la vida había sido injusta conmigo arrebatándome a mi padre cuando apenas yo era un bebé.
     Todo este tiempo pensaba que si mi padre hubiera estado vivo nos habría ahorrado el desfile de tipejos despreciables que habían pasado por la vida de mi madre.
     No habían sido muchos, al menos dos fueron espantosamente abominables, otros fueron insufribles. Como éste último, Hugo, que se paseó por casa pavoneándose como si el sol saliera de su culo. Tal vez nos habría ido mejor, en los diecisiete años que hacía que mi padre nos dejó, si mi madre se hubiera dedicado más a mí en lugar de intentar sustituir a mi padre.
     Estaba visto que el destino había dispuesto que yo no creciera disfrutando del cariño de mi padre. ¿Porqué forzar lo que no podía ser?