Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

viernes, 2 de septiembre de 2011

31. RILEY


     Observaba a Jared cuando lo vi dormirse. Lo hizo como los críos pequeños, que no esperan el sueño con los ojos cerrados. Estaba mirando hacia el techo con los ojos abiertos y al instante los cerró y volvió la cabeza a un lado, entonces ya no se movió. Incluso me asusté, pero su pecho subía y bajaba rítmicamente en lentos intervalos.
     El cansancio de muchos días no podía solventarse con una sola noche de sueño reparador. Volví los ojos hacia Kyle y comprobé que tenía los suyos puestos en mí, pero no me estaba mirando ya que observé que tenía la mirada desenfocada.
     Habría dado cualquier cosa por saber qué pasaba por su cabeza en ese instante. Parecía triste. De pronto enfocó la mirada y se dio cuenta de que me estaba mirando, apartó los ojos y se puso en pie.
     - Voy a tomar un poco el aire.
     - ¿Quieres que te acompañe? – Le pregunté poniéndome en pie frente a él.
     Se encogió de hombros y yo lo tomé como un sí, aunque significara que le daba lo mismo. En el exterior nos envolvimos un poco más en nuestras ropas de abrigo, yo por mi parte me abracé con fuerza, poniendo mis manos bajo mis brazos. Estos largos dedos míos se enfriaban enseguida.
     “Tienes manos de pianista” me dijo una vez alguien, y fui a probar mi valía con unas clases de piano. Luego se demostró que tenía manos de pianista torpe. En el tiempo en que cualquier alumno habría avanzado algo, yo no conseguí pasar de hacer la escala con un solo dedo.
     - ¿Te acosaban viejos fantasmas? – Le pregunté y yo misma me sorprendí por ello. Jamás, repito, jamás había intentado hablar con los demás sobre sus asuntos o aflicciones.
     - Se está muy bien con tus amigos. Nos tratan como si nos conocieran de toda la vida. Es la primera vez que me ocurre algo parecido.
     Era obvio que no quería hablar del tema, no insistí.
     - Ya te dije que son excepcionales. Raros, eso sí, pero estupendos.
     - Gracias. No sé si ya te agradecí antes por ocuparte de mi amigo.
     - Creo que sí. De todos modos no fue nada.
     - Es duro para él, aun no está acostumbrado a esta vida, y ya te dije que es demasiado orgulloso para ello.
     - ¿Cuánto tiempo llevas tú en esta vida?
     - Algunos años. Pero ya estoy acostumbrado, sin embargo podría habituarme de nuevo a tener un techo sobre mi cabeza y un plato de comida asegurado todos los días. Y no digamos un buen baño relajante en lugar de una ducha rápida con agua tibia.
     No conocía las circunstancias que le habían llevado a vivir en la calle pero ya sabía que la vida era injusta. Durante muchos años pensaba que la vida había sido injusta conmigo arrebatándome a mi padre cuando apenas yo era un bebé.
     Todo este tiempo pensaba que si mi padre hubiera estado vivo nos habría ahorrado el desfile de tipejos despreciables que habían pasado por la vida de mi madre.
     No habían sido muchos, al menos dos fueron espantosamente abominables, otros fueron insufribles. Como éste último, Hugo, que se paseó por casa pavoneándose como si el sol saliera de su culo. Tal vez nos habría ido mejor, en los diecisiete años que hacía que mi padre nos dejó, si mi madre se hubiera dedicado más a mí en lugar de intentar sustituir a mi padre.
     Estaba visto que el destino había dispuesto que yo no creciera disfrutando del cariño de mi padre. ¿Porqué forzar lo que no podía ser?