Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

sábado, 18 de junio de 2011

23. RILEY

                Me sentía impotente ante ese ataque de tos. Unos decían que el chocolate aliviaba, y una cebolla partida por la mitad, yo acudía siempre a un poco de agua. Pero me constaba que era más un problema de bronquios que de garganta.
                - ¿A dónde ha ido? – pregunté a Jared, que me observaba esbozando una sonrisa traviesa.
                - Ha comenzado a utilizar un inhalador, por sus problemas de… – continuó señalándose el pecho –… bronquios. Pero me parece que se siente un poco vulnerable teniendo que usar semejante artilugio delante de nosotros.
                Me senté cómodamente dejándome reposar sobre el respaldar del sofá. En cierto modo estaba agotada, no había dormido demasiado por la noche, ni los días anteriores con el dichoso examen. Y la idea de estar hasta tarde en la cafetería me producía pereza. Ojalá pudiera irme a casa y acostarme un buen rato en el sofá de la cocina.
                Masajeé mi cuello dolorido, no quería mirar a Jared porque estaba segura de que me pondría más nerviosa. Pero el caso es que si me había acercado era por él, Jared me gustaba y me atraía igual que los polos opuestos se atraen.

22. KYLE

                Ni en un millón de años soñé que al despertar encontraría una diosa junto a mí. Una deidad roquera o heavy con un piercing de aro en el labio y unos ojos marrones atrapa espíritus.
                - Qué agradable sorpresa – logré comentar mientras me pasaba la mano por el pelo asegurándome que no estuviera demasiado mal. - ¿Pasabas por aquí? – pregunta de lo más vulgar y predecible.
                - Lectura para el fin de semana – me mostró el libro con cierto reparo y no comprendí su actitud, ni que fuera una novela de esas ñoñas que les gustaba a las chicas. No me sonaba ni el titulo ni la autora, Riley no tenía pinta de ser la clase de chica que leía novela rosa. Debía ser su estilo el manga y el anime.
                - Jared me ha dicho que anoche durmió en tu casa. – Y éste me dio un cogotazo y cuando le miré sus ojos eran dos ranuras, estaba furioso conmigo. Me encogí de hombros, Riley no había visto su maniobra ya que estaba inclinada hacia delante y con la mirada fija en la gran cristalera que teníamos enfrente, desde donde se veía un atrio.
                - No tiene importancia – respondió.
                Si fuésemos como la mayoría de los tipos de nuestra edad, éste sería el momento oportuno de invitarla a tomar algo. Pero en nuestra situación actual era una escena fuera de lugar. Si yo lo planteaba podría pensar que quería que nos invitara, y si yo la invitaba pensaría que siempre andamos bien de dinero y no volvería a invitarnos jamás.
                - ¿Y hace mucho tiempo que trabajas en esa cafetería? – Ojalá ella no fuera del tipo que responde: “¿Y tú? ¿Hace mucho que eres imbécil?”
                - Casi un año. No se gana mucho pero… tampoco le dedico gran parte de mi tiempo… me permite hacer mis cosas, estudiar y todo eso.
                - Este es tu último año en el instituto, ¿no?
                Necesitaba ganarme la confianza de la chica para que se sintiera más cómoda y relajada. Supongo que no es algo que pudiera lograr estando Jared allí al lado. Ojalá hubiese sido yo el afortunado invitado a su casa. Habría sabido sacarle partido a la situación.
                - ¿Quieres que vayamos a cualquier otra parte? – me quedé alucinado, ni tan siquiera había pasado la idea por mi mente y ya la estaba soltando mi boca. Me abofeteé mentalmente por garrulo.
                - ¿A dónde quieres que vayamos?
                Riley no me miraba pero Jared, detrás de ella, estaba perplejo. Hizo el gesto de que yo estaba loco y puso los ojos en blanco. Yo encogí los hombros trasmitiéndole un mensaje: “¿Qué pasa?”.
                - No sé, tal vez prefieras pasear o estar en cualquier otro lugar. – O estar conmigo a solas, pensé.
                - Aquí se está bien, ¿No?
                Sí, se estaba caliente, se estaba cómodo… se estaba bien. Pero yo solo pretendía estar un rato a solas con ella. ¿Pero qué me estaba pasando? No podía creerme que estuviera intentando ligar con Riley. No era mi tipo, a mí me gustaban pechugonas… Jajaja, no era un secreto que a una chica le miraba el pecho antes que la cara.
                - ¿Vais a pasaros luego por la cafetería?
                ¿Era una invitación o solo una sugerencia? Riley debería saber que a un tipo como yo, sin recursos, no se le podía hablar con vaguedades.
                - Tenemos cosas que hacer. – Intervino Jared. Le miré por encima de Riley y él se encogió de hombros, me estaba devolviendo la pelota.
                - Hoy es el día del chocolate con churros.
                Oír esas palabras me produjo un estremecimiento en el estómago. La boca se me hizo agua de solo imaginar el sabor del chocolate caliente. Hice un recuento mental del dinero que llevaba en el bolsillo. La mañana no se le había dado nada mal a Jared, pero al no saber cómo nos iría en los días siguientes, no me podía arriesgar a gastar en un capricho como aquel. Por mucho que me tentara.
                La tos volvió a cebarse en mí. Cuando Jared me dejó fuera del mercado tuve una buena crisis. Tosí tanto que una señora sintió pena por mí y me trajo un recipiente con caldo caliente. Ahora me avergonzaba toser tan de seguido delante de Riley. Sabía que me estaba poniendo rojo como un tomate y ella me miraba sin saber qué hacer para aliviarme. Logré articular una disculpa y fui hacia el servicio.

viernes, 17 de junio de 2011

21. JARED

                Me dio vergüenza que me hubiera sorprendido dormido tan desmadejado. Le di un puntapié a Kyle pero dormía como una marmota. Y con lo poco sociable que yo era, no sabía qué demonios le iba a decir a la chica. Sin embargo ella se veía tan escasa de palabras como yo, pero su justificación era la timidez.
                - Mi amigo no duerme, hiberna.
                Ella rió mi chiste y me sentí satisfecho de haberla hecho sonreír. Después de todo, era una chica y yo tenía la obligación de impresionarla.
                Su estilo no era el que más me atraía, así con las camisetas heavy y ese arete en un extremo del labio inferior, que ella se empeñaba en succionar y acariciar con su lengua. Bueno, ese gesto sí tenía algo de erótico y sensual.
                Me eché a un lado y palmeé el asiento a mi derecha para que se sentara, de un manotazo aparté la pierna de Kyle. Éste se removió un instante y siguió durmiendo adoptando la postura que antes yo tuviera. Riley se sentó a mi lado procurando que nuestros cuerpos no se tocaran. Eso me hizo gracia, se pensaría que le iba a pegar cualquier enfermedad. Después me di cuenta de que no era eso lo que la preocupaba, noté que estaba nerviosa… yo la ponía nerviosa.
                - Me llevé de tu casa un par de magdalenas. Juro que no cogí nada más.
                - Esperaba encontrarte esta mañana. Te habría preparado el desayuno.
                - Gracias, pero no.
                Sé que había sido brusco pero no quería deberle más a esta chica. Ya tenía que agradecerle que me cuidara la noche anterior y debía pagárselo de alguna manera.
                Ella pareció aturdida y se inclinó hacia delante sujetando los libros como si fuesen un escudo para protegerse. Me dieron ganas de decirle algo amable… pero ¿a quién quería engañar? Yo no era el tipo de persona que intentaba reconfortar a los demás.
                Le di un manotazo a Kyle en el hombro para hacerlo despertar, no me veía capaz de entretener a la chica mientras él roncaba y resoplaba. Al segundo manotazo despertó y se enderezó.
                - ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué ha pasado?
                En cuanto vio a Riley se despabiló en un segundo y le puso su mejor sonrisa. Me sentí aliviado, por fin me libraba de tener que entablar una conversación con ella, Kyle era quién tenía el don de la palabra.

20. RILEY

                Busqué en el ordenador la entrada y anoté la referencia de ORGULLO Y PREJUICIO en formato DVD. Segunda planta, drama, signatura DVD-D-ORG, era fácil de encontrar. Suponía que una sesión de cine romántico en casa con mi madre le subiría los ánimos y me reconciliaría con ella. Además, esta era la versión extendida, la serie de la BBC, con ese actor inglés que bordaba al personaje del señor Darcy.
                Más tarde bajé a la entreplanta a revisar las novedades (algo retrasadas ya) de novela romántica. Karyn Monk “La rosa y el guerrero” se venía conmigo a casita, me apetecía un poquito de highlanders con sus tartanes, y más éste, que ojeando un poco vi que le daban un flechazo en pleno pompis, jajaja.
                QUIERO UN GUERRERO DE LAS TIERRAS ALTAS, CORPULENTO, FIERO, QUE ME SECUESTRE Y ME ASEGURE QUE LE PERTENEZCO, Y ME HAGA EL AMOR DE DIVERSAS FORMAS, QUE ME HAGA SENTIR HERMOSA Y QUE DESEE QUE YO SEA LA SEÑORA DE SU CASTILLO Y SU ESPOSA.
                Pero volviendo a la realidad me daba cuenta, desmoralizada, que los chicos disponibles eran gilipollas e inmaduros… y demasiado menudos en cuanto a tamaño. Renacuajos en todos los sentidos.
                Ojeé un expositor giratorio antes de salir de la sala de lectura bastante satisfecha con mis adquisiciones. Me quedé helada cuando vi a los chicos en uno de los sofás de la entreplanta. No cabía duda de que eran ellos.
                Observé a Jared con atención, se había escurrido en el asiento hasta reposar su cabeza en el bajo respaldo, las piernas totalmente estiradas y un cómic abierto sobre su pecho. Jared estaba dormido.
                Kyle estaba acurrucado de lado, con una pierna doblada sobre el asiento, el libro que sostenía en la mano amenazaba con caérsele al suelo. Kyle estaba más inconsciente que dormido.

                Mi corazón comenzó a latir con normalidad, me paré delante de ellos y los observé protectora. Agarré el libro de Kyle antes de que cayera al suelo y lo puse sobre su regazo.  Los otros chicos y chicas me miraron como si yo fuese una cucaracha patas arriba, es normal, solía causar esa reacción. Me volví a enfrentarles y me puse a la defensiva, unos bajaron la mirada, y otros se hicieron los distraídos. Supuse que se asustaron más debido a mi envergadura vertical que a mi gesto serio.
                Joder, de algo tenía que servir mi monstruoso aspecto. Carraspeé y comprobé que Jared abría un ojo, me miraba un instante y luego abría el otro. Rápidamente se incorporó y se sentó de forma más civilizada, se aclaró la garganta un instante y me dedicó media sonrisa.
                - Hola. – Dije abrumada por mis emociones y reacción a su gesto amable. No se me ocurría qué más decir, nunca he sido impulsiva, pero eso él no lo sabía. Debía armarme de valor y fingir ser una chica valiente, decidida y segura de sí misma.

19. KYLE

                Entramos en el servicio de la biblioteca a lavarnos las manos y luego nos sentamos fuera, sobre un frío escalón.
                - ¿Qué ha preparado hoy el chef para comer?
                - Le chef Fgansuas ha pgepagado un guiquisimo manjag. De pguimego fgomag de chevgue (entgue otgos animales) y de segundo, zanahoguia en su soledad más absoluta, guegada con agua del guifo. ¡Bon apetit!≫.
                Me tronchaba de risa de ver la carita que puso Jared mientras yo trataba de hablar con mi fingido y exagerado acento francés. Corté un trozo de queso con la navaja suiza que me regaló mi padre por mi décimo cumpleaños. El muy cabrón se reía cuando me la dio, decía que era igualita a la que usaba MacGiver, y yo nunca supe quien coño era ese tal MacGiver.
                Ahora me alegraba y me enorgullecía de ella, lo mismo cortaba un trozo de carne que podía aserrar una rama no muy gruesa… o aflojar un tornillo. Vale, estas dos últimas acciones no creía que me sirvieran de mucho, la de los tornillos… vale, pero el micro serrucho… en fin, si tuviera que esconderme en el bosque, pues todavía. Podría construir una cabaña en el parque, como si fuese un crío de siete años. Lástima que jamás tuve oportunidad de actuar como un crió de esa edad.
                - ¿Qué te apetece hoy para leer?
                - Robinson Crusoe – lo de la navaja multiusos había despertado mi espíritu aventurero.
                Acampé en un sofá de la entreplanta y coloqué nuestras mochilas en el suelo, a mis pies, mientras Jared entraba en la sala de lectura a localizar los libros.
                Los chicos que había allí me miraron con recelo, me sentí incómodo como nunca en mi vida. Y eso que las chicas reaccionaban de manera distinta, he de reconocer con orgullo que ellas me solían mirar con morbo. Pero hoy estaba especialmente susceptible y sensible, hoy me había permitido recordar a mi padre. De no ser por mi vida ambulante, bien podría haber sido uno de ellos, mirando a un vagabundo con aprensión y quizás con repulsión.
                Me removí incómodo en el asiento, como si ese no fuera mi lugar y sacudí la cabeza para apartar el resentimiento. En definitiva, era un tipo aseado y afeitado, mis ropas estaban gastadas pero limpias, aunque mis manos estaban callosas de trabajar en lo que salía.
                Nadie daba trabajo a alguien como yo, nada que no fuera sin contrato y solo durante un par de horas. Lo mismo le ocurría a Jared.
                Éste no tardó en llegar pavoneándose y mostrando un cómic que agitaba ante mis ojos, como si yo entendiera qué quería decir con ello.
                - Mira y llora, he encontrado… un cómic del capitán América. ¿Qué te parece?
                Yo no veía nada emocionante en el dichoso cómic, jamás me había llamado la atención ese tipo de lecturas. Prefería las aventuras de capa y espada: piratas, caballeros de las cruzadas. Mi padre me contaba las aventuras de Robin Hood y las del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda.
                Nos acoplamos cómodamente cada uno en nuestro extremo del sofá y nos dedicamos a leer para pasar el rato, aislándonos del mundo y de los niñatos curiosos que no dejaban de observarnos como si fuéramos a robarles la inocencia… o la billetera.