Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

sábado, 14 de mayo de 2011

14. KYLE


                Jared tenía buen aspecto, se le veía seco y descansado. Al menos uno de los dos había pasado buena noche.
- Hombre, por fin llegas.
Agradecí la mano que me tendía para levantarme, echamos a andar rumbo a la estación de autobuses, allí podríamos estar calientes y comer algo.
- ¿Te has mojado? – pregunté, tenía curiosidad aunque debía callarme ya que yo había tenido la suerte de dormir en el albergue.
- No te lo vas a creer. Ni te lo imaginas.
Ya estaba curado de espanto y no había nada que pudiera sorprenderme. Llevaba demasiado tiempo viviendo en la calle.
- La chica.
- ¿Qué chica? – tenía la costumbre de hablar en clave, odiaba que lo hiciera. Sé que era un hombre de pocas palabras, pero a veces lo llevaba a límites insospechados.
- Riley.
- ¿Qué pasa con ella?
- Pasé la noche en su casa.
¿Por qué me molestaron sus palabras? Me abofeteé mentalmente y aparenté indiferencia.
- Wooh, eso es genial. ¿Ligaste?
- No.
Como no continuaba hablando, tuve que sonsacarle.
- ¿Entonces?
- Entonces. ¿Qué?
Habíamos llegado a la estación de autobuses y nos sentamos en uno de los rincones más cálidos.
- Habla, hombre. No me dejes intrigado.
Abrió la mochila y sacó dos magdalenas enormes envueltas en una servilleta desechable.
- ¿Y esto?
- Cortesía de la despensa de Riley.
Me pasó una de las magdalenas y empecé a dar cuenta de ella, ayudándome de agua para tragarla.
- Vamos, hombre. Cuéntame cómo conseguiste dormir en casa de Riley.
Con Jared había que ser conciso y preciso, o de otro modo se iba por las ramas con sus escasas palabras.
- Ella me invitó – se quedó en silencio mientras terminaba el dulce. Esperé pacientemente acomodado contra la pared hasta que él continuó. – Pasó por mi lado y prácticamente me arrastró hasta su casa.
Parecía nervioso, era evidente que no iba a compartir nada más. Me alegré que hubiera pasado la noche en una cama caliente, aunque fuese en compañía de la chica larguirucha.
- No me acosté con ella, si es eso lo que estás pensando. – Increíble, me había leído la mente. A veces me sentía como si pensase en voz alta. – Dormí en un sofá estupendo y comí una lasaña deliciosa. De hecho me acordé de ti.
Qué suerte, y yo solo me había echado al coleto un cuenco de sopa caliente que solo había contribuido a entibiar mi escuálido estómago. Mi noche había sido menos estimulante. Apenas llevaba una hora allí me dio un ataque de tos y ya no pude parar. Finalmente me había atendido un médico de guardia y me había recetado un aerosol para la bronquitis.
Bronquitis, si es que era la primera vez que me ocurría algo semejante. ¿Un tipo duro como yo sufriendo bronquitis? Me veía bastante ridículo utilizando un inhalador. ¿Qué dijo el colega? ¿Dos inhalaciones cada seis horas? Me había dicho que estaba bien cogido, que me tomase además el antibiótico. Odiaba estar enfermo y débil.
- Vamos tío, te has quedado en Babia – me llamó la atención Jared. Volví al presente y sonreí, estaba claro que no pensaba usar el dichoso invento en presencia de mi amigo.
Jared recogió los envoltorios de las magdalenas y fue a tirarlos a la papelera que había al otro lado del gran salón. Lo vi alejarse y pensé que era injusto que ambos tuviéramos que vivir en la calle, comiendo lo que podíamos y si podíamos, por algo que ninguno de los dos teníamos la culpa.
Yo había pasado los primeros dieciséis años de mi vida dando tumbos por ciudades de las que jamás había oído hablar, cuando de repente mi padre enfermó. Entonces todo se complicó de una manera espantosa. Solo fueron dos meses intensos, viviendo prácticamente en la misma habitación de hospital que mi padre. Nunca nadie cuestionó si ese era el mejor lugar para un adolescente, pero como a esa edad yo ya había alcanzado mi máxima altura… todos creyeron que debía tener al menos dieciocho años.
Cuando mi padre cerró los ojos y no volvió a abrirlos, aún estuve a su lado un rato más, abrazándole porque sabía que esa sería la última vez que lo haría. Finalmente recogí sus cosas y me marché sin mirar atrás, y prometiéndome no pisar un hospital si podía evitarlo.
Habían sido siete años en los que tuve que aprender a buscarme la vida. Y eso que yo no estaba acostumbrado a una vida de lujos sino a restricciones de todo tipo.
De Jared solo sabía que lo habían echado de su casa por golpear a la pareja de su madre. No me lo podía creer porque no iba mucho con su carácter. Cualquiera podía ver que era un tipo de pocas palabras y si tenía un detonante que le hacía estallar, éste estaba bastante oculto, su umbral de enfado era mucho más alto de lo normal.
Le había visto rehuir una pelea simplemente dando la espalda y alejándose con total tranquilidad.
- ¿Qué planes tienes para hoy, hermano?
Jared se había acoplado la pesada mochila al hombro y estaba dispuesto para ponerse en marcha. A mí me costó el doble de esfuerzo imitarle, haber estado toda la noche tosiendo me había dejado unas agujetas increíbles. Además tenía la garganta muy irritada.
- Vamos al mercado a ver si conseguimos algo, y luego de comer podemos leer un rato en la biblioteca.
La biblioteca era un sitio estupendo para darnos un pequeño aseo, además no nos echaban de allí porque éramos dos usuarios más. Jared aún conservaba su carnet de la época de estudiante y siempre ojeábamos algún libro, aunque la mayoría de las veces nos quedábamos fritos sentados en los cómodos sillones. Pero como no dábamos ruido y cuidábamos el material, no solían decirnos nada.

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