Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

viernes, 11 de marzo de 2011

Fanfic Quimica Perfecta

Alex                                                                                                                                                                                 
                Empiezo a ser consciente de que no estoy muerto cuando entreabro los ojos y una enfermera me habla.
                - Ah, que bien que hayas despertado – intento hablar pero tengo un tubo en la garganta. La enfermera me coge de la mano. – Estás en el hospital, en cuidados intensivos. Te estás recuperando de una operación. Pronto te llevarán a una habitación, mientras tanto, si necesitas algo llámame – y guía mi mano hasta el mandito para que pueda llamar.
                Cierro los ojos de nuevo, tan solo un segundo y me dejo llevar por el cansancio y el sueño. Me alegro de haber sobrevivido. En algún momento lo he dudado, porque casi al final, después de que me marcaran con el hierro al rojo vivo, pensé que era el final.

                Vuelvo a abrir los ojos pero apenas lo logro, sin embargo solo vislumbro una silueta borrosa que se mueve de un lado a otro de la habitación. ¿La habitación? Por fin me han sacado de la unidad de cuidados intensivos.
                - ¿Quién está ahí? – pregunto suspicaz.
                - Soy yo, Tatiana – responde una voz juvenil.
                - ¿Tatiana?
                - Si quieres, puedes llamarme Tatia, todo el mundo me dice así.
                - Hola Tatia ¿Eres enfermera?
                - No, yo solo vengo unas horas todos los días. Llevo revistas, cómics, periódicos o lo que prefieras.
                - Supongo que ahora mismo no puedo leer nada, casi no te veo cuando te alejas. Acércate.
                - Yo puedo leerte algo si quieres… por ejemplo… un cómic, soy bastante buena poniendo voces distintas.
                - ¿Me vas a leer un cuento como si fuese un bebé?
                - Hazte a la idea de que ahora mismo eres como un bebé.
                Tatia se acerca a la cama y queda tan cerca que puedo oler el aroma a limón que desprende. Me coge la mano izquierda.
                - ¿Cómo te  has hecho esto? – pregunta a la vez que roza la piel de mi muñeca. Resoplo imperceptiblemente. – Oh, lo siento. A veces hago las cosas sin pensar.
                Aún así sigue con mi mano cogida, y yo se la aprieto un poco agradeciendo el contacto, el gesto que tiene conmigo.
                - Soy un pandillero.
                - ¿Cómo dices?
                - Preguntabas cómo me he hecho las rozaduras de las manos. Soy un pandillero, me han dado una paliza… me ataron las manos.

Tatiana                                                                                                                                                                           
                Alex se ha quedado dormido mientras le leo las aventuras de Tintín. Debe estar bastante dolorido pues tiene golpes y cortes por todo el cuerpo. Mi madre me ha estado hablando de él, ya que le ha atendido mientras estaba en cuidados intensivos. Ella es enfermera allí y los pacientes están encantados de tenerla, al menos los conscientes.
                Dijo que tenía a un chico que había sido apaleado, le han grabado a fuego unas letras en la espalda, LB, son las iniciales de los Latino Blood.
                Ahora mismo le miro y un escalofrío me recorre la columna, ha debido ser una paliza brutal. Sé que tiene un par de costillas rotas, los ojos hinchados por los golpes recibidos y los labios reventados. Milagrosamente la nariz ha resultado intacta, pero cuando se recupere lucirá cicatrices por todas partes.
                Diversas cuchilladas de escasa profundidad adornan su espalda y su torso. Los doctores le han operado para salvarle el bazo.  Lo que más me duele es verle las muñecas amoratadas y llenas de abrasiones. Debe ser horrible no poder defenderse.
                Estoy un rato más con él y me aseguro de que sigue dormido. Es hora de volver a la rutina y visitar a mis otros pacientes: ancianos con necesidad de un rato de compañía. Somos varios en el grupo pero yo ya me he tengo pedido a Alex Fuentes.

                Claro que conozco a Alejandro. Sé que le gusta que le llamen Alex, y que hace poco estaba “saliendo” con Brittany Ellis, ambos son del último curso. Hace unos meses que murió en un tiroteo un buen amigo de Alex, creo que se llamaba Paco. Luego no sé qué pasó, Alex dejó de ir a clase. Se rumoreaba que había sido herido en el mismo tiroteo, pero nadie tenía las ideas claras.
                El caso es que no lo he vuelto a ver hasta hoy, aunque mi madre me había hablado de él. Dice que parece un buen chico, pero que ella no es buena juzgando ya que cuando la gente llega a sus dominios, son “dóciles como corderitos”.
                De todos modos me alegro de que ella no tenga que lidiar con la fauna salvaje del servicio de urgencias. Ni yo me acerco por allí.

Alex                                                                                                                                                                                 
                Abro los ojos, no sé si han pasado minutos, horas o días. Entra algo de luz por las persianas entornadas de la ventana, debe ser de día. Deduzco que ha transcurrido al menos un día ya  que mi visión es algo mejor, tampoco mucho, pero al menos distingo algo más alrededor.
                Debería llamar a mi madre y decirle que estoy bien, que estoy fuera de la banda y he sobrevivido. Pero entonces vendría aquí rápidamente. La echo muchísimo de menos, y a mis hermanos también. Me gustaría tenerles conmigo, pero están mejor en México. Al menos durante un tiempo, todos estarán alejados de los problemas. Me consta que Carlos me va a dar quebraderos de cabeza, es un chico cabezota e independiente, debería aprender de mis errores, sin embargo, aprenderá de los suyos, aunque me duela verlo equivocarse.
                Unos golpes acompasados en la puerta me hacen olvidar lo que estoy pensando.
                - Buenos días – dice una voz cantarina.
                - Tatia – respondo al reconocerla.
                - ¿Puedo pasar?
                - Por supuesto. Disculpa que no me levante… - bromeo con ella, la oigo reír.
                - No es necesario, caballero.
                Se sienta a mi lado, como la otra vez y vuelve a tomar mi mano.
                - ¿Qué tal te encuentras hoy?
                Lo pienso un instante, me duele hasta respirar, hace un momento he conseguido levantar la mano y llevármela hasta los ojos. Me siento el rostro súper hinchado, he descubierto que aún no soy capaz más que de entornar los ojos. Ahora distingo un color, moreno, bueno, tal vez castaño oscuro, de momento no puedo saber la tonalidad. Me doy por satisfecho por medio vislumbrar un rostro.
                - ¿No llevas cofia?
                - Tú has visto demasiada televisión. Hoy día nadie lleva cofia, a no ser en las películas porno.
                Mm, descubro que estoy vivo después de todo, y que no fui golpeado de cintura para abajo, puesto que el pene me da un tirón. Presiento que va a llamar la atención, así que doblo una pierna para disimularlo.
                - No menciones esas cosas chica, que puedo dar un espectáculo aquí mismo.
                - Cierto, deberías tener cuidado porque llevas una sonda.
                Vaya, ya lo había notado. La recuerdo de cuando me pegaron el tiro en el hombro. Es un artefacto endemoniado que disminuye la hombría. Me siento medio yo. Pero Tatia tiene bastante desparpajo, es como si en lugar de bregar en un hospital lo hiciera en una taberna. Es deslenguada.
                - ¿Y recibes un sueldo por estar aquí?
                Tatia se ríe, y me gustaría verle el rostro con claridad para así adivinar por su expresión lo que sin duda tendrá que contar con palabras.
                - Es uno de los mejores chistes que he oído en años – hace una pausa y dos o tres respiraciones completas antes de volver a hablar, para que se le pase la risa. – Mi madre me obligó a ello. Sí, es cierto que es bueno para el curriculum escolar, pero yo no lo elegí.
                Me pregunto qué tipo de castigo es éste. Me pregunto qué habrá hecho para que su madre la haya castigado con venir aquí.
                - Mi madre dice que soy antisocial.
                Esta vez el que se ríe soy yo, y francamente, es una tortura porque las costillas me están matando.
                - Pero si eres un encanto.
                Ella se ríe, se ve que con este dialogo no vamos a llegar muy lejos.
                - No soy un encanto. Te lo puedo asegurar. Te lo explicaré porque aún no lo puedes ver por ti mismo – se detiene un instante y continúa. – Realmente soy una antisocial, pero en el sentido de que no voy por ahí mostrando mis encantos y poniéndole buena cara a todo el mundo. Suelo vestir casi siempre de oscuro o de negro, llevo un piercing en el labio inferior, es un arete de titanio. – Toma uno de mis dedos y lo lleva hasta el pendiente, lo toco y noto la calidez de su aliento. – No me he teñido el pelo de negro, pues mi color es oscuro. Tengo unos ojos de gato en color verde, a la gente le da repelús mirarme a la cara.
                Trato de imaginármela pero no puedo, ¿ojos de gato?
                - La gente dice que soy gótica, siniestra, fúnebre o… friki. Tal vez me hayas visto alguna vez, voy a tu mismo instituto.
                - ¿A Fairfield? – pregunto sorprendido, este último curso no he prestado atención a nadie que no sea Brittany. Pero yo siempre me he fijado en todas las chicas. – Entonces tú si me conoces a mí.
                - Eres el sueño de cualquier chica. Muchas criticaron pero matarían por un poquito de lo que Brittany y tú compartisteis.
                No quiero pensar en Britt, todavía me duele recordar nuestra historia que no fue. Me he propuesto salir de todo esto y conseguir graduarme, tengo que conseguir entrar en la universidad.
                - Aún no me has dicho por qué estás aquí.
                - Bueno, mi madre piensa que así mejoraré mis modales, seré más sociable y me preocuparé por la gente que me rodea.
                - Yo creo que lo estás consiguiendo.
                - Yo también lo creo así, pero dice mi madre que tampoco debo vanagloriarme de mis logros, solo sentirme bien por lo que hago.
                - ¿Tu madre es muy religiosa? – tal vez es chicana como yo, prestamos mucha atención a Dios.
                - Mi madre es la enfermera Taylor.
                Medito un instante ese nombre, va asociado a relax y bienestar, a algo maternal.
                - Fue tu enfermera en cuidados intensivos.
                Por fin la ubico, cierto, me hizo sentir bien ¿o fue la morfina? Lo cierto es que lo poquito que estuve consciente ella estuvo muy cerca ocupándose de mí.
                - Entonces por eso estás aquí, tu madre así puede controlarte.
                - No, era elegir entre esto y el asilo. Al menos aquí hay variedad de edades… aquí estás tú.
                La chica dispara con lanzagranadas, hila bastante fino.
                - ¿Eso es una insinuación? – no puedo evitar preguntar, será antisocial pero no teme decir lo que piensa, carece de filtros.
                - ¿Ves? Por eso también estoy aquí, para aprender a pensar con calma antes de hablar. Mi padre dice que no todo lo que pasa por mi cabeza puede o debe ser escupido por mi boca.
                - No es aconsejable, Tatia – aunque soy el menos indicado para aconsejar. A veces me ha costado un gran esfuerzo morderme la lengua para no decir algo indebido. En el caso de los Latino Blood la frase “por la boca muere el pez” se aplica al pie de la letra.
                - En mi defensa debo decir que la mayoría de las veces guardo silencio. Es decir, por eso soy antisocial para el resto del planeta. Suelo ser callada, pero cuando hablo… la cago.
                Esta chica me hace reír y eso no es bueno para mis heridas. Nuestras risas se cortan de repente cuando  oímos que llaman a la puerta. Trato de reconocer a la persona que acaba de llegar pero mi vista no da para mucho, no es hasta que habla que reconozco a mi primo Enrique.
                - Siento haber tardado en venir a verte.
                - No importa, pasa y siéntate.
                Tatia me suelta la mano y se levanta.
                - Bueno, ya me pasaré en otro momento por si quieres que te lea algo.
                - Cuando quieras – le digo y la oigo marcharse, esta vez es Enrique quien se sienta a mi lado. Por suerte no me coge la mano como hace Tatiana.
                - Alex ¿Quién es la chavala?
                - Nadie que te interese.
                No me apetece contarle a mi primo nada sobre Tatia, él no comprendería que ella parece ser mi tabla de salvación. Hace que no me vuelva loco aquí como un animal salvaje enjaulado.
                - Y bien, primo… ¿cómo te estás?
                - Bastante jodido – le digo. Él participó en la paliza, no tenía más remedio si no quería señalarse ante los demás. Él no tiene huevos para salir de la banda, si lo hiciera perdería el taller y todo lo que ha conseguido.
                Enrique me tiene que contar que tal están las cosas por el barrio, porque creo que no voy a volver por allí.

Tatiana                                                                                                                                                                           
                El chico que ha entrado a visitar a Alex es un pandillero, lleva una bandana negra y roja en la cabeza, y tiene la piel morena de los chicanos, al igual que Alex.
                Me he sentido bastante avergonzada en compañía de ambos chicos. Esa es también una de las razones de mi actitud, soy tímida con los chicos en general, pero por muy bocazas que sea, no estoy dispuesta a confesárselo a Alex.

                En una hora debo irme a casa pero esperaré un poco más para pasar de nuevo a verle. Mañana es lunes, de nuevo, y no podré venir hasta por la tarde. Me parece que voy a echarle de menos mientras esté fuera de aquí.
                Voy a ver a mi madre al área de cuidados intensivos. Solo se escucha el rumor de los aparatos conectados a los pacientes, puede ser un lugar deprimente, pero mi madre y el resto del personal de esta unidad hacen que el ambiente sea agradable y que los que están conscientes se sientan bien cuidados y a gusto.
                - Deberías estar ya en casa – me regaña, no sé cómo se las apaña, pero siempre hay un motivo para regañarme.
                - Este chico, Alex Fuentes… he prometido pasar a verle más tarde.
                - Alex, ¿Cómo se encuentra?
                - Parece que va mejorando, ahora tiene una visita.
                - No hace falta que te diga que tengas cuidado, no sabes nada de ese chico.
                No sé nada más que lo que él me ha contado y lo que se ha hablado en el instituto. Lleva diversos tatuajes en los brazos, torso y espalda. En el antebrazo izquierdo lleva luce el símbolo de los Latino Blood… también lleva muchas cicatrices antiguas y algunas no tanto. Lleva una especialmente llamativa en el hombro, no sé porqué lo sé, pero estoy segura que es de una herida de bala, así que es cierto lo que dicen, aquel día que murió su amigo Paco, él también recibió un disparo.
                Miro el reloj, creo que ya se habrá quedado solo, puedo pasarme a verle antes de ir a casa.

Alex                                                                                                                                                                                 
                Nadie va a hablar de mí, ningún miembro de la banda se dignará a dirigirme la palabra. Aunque me haya ganado la libertad, Chuy quiere hacerles ver que es una deserción, él lo seguirá llamando TRAICIÓN. No les interesa quedarse sin gente en sus filas, porque una vez que entras te das cuenta de que las cosas no son lo que parecen. LEALTAD Y COMPROMISO. La protección supone un precio que cuesta pagar.
                Huelo el aroma cítrico antes de oír su voz. Es un buen cambio teniendo en cuenta que me rodea un nauseabundo olor a medicamentos y desinfectante.
                - ¿Se puede pasar? – pero entra aunque no le dé permiso, se sienta junto a la cama y oigo que acerca la mesa. – Me he tomado la libertad de traerte el almuerzo, supongo que necesitarás ayuda para acercarte la comida a la boca.
                Le da al mandito y eleva la cabecera de la cama hasta que quedo en una posición más cómoda para comer.
                - ¿Vas a ser mi ayudante personal? En ese caso, tal vez deberías ir más ligera de ropa y… llevar cofia.
                No sé si se sonroja, porque soy incapaz de ver incluso la punta de mi nariz. No puedo evitar comportarme como un canalla y pienso que me he pasado ya que ella no me dice nada.
                - ¿Tatia?
                - Dime – responde ella mientras pone una servilleta desechable sobre mi pecho.
                - Perdona si te he molestado.
                - No me ha molestado – la oigo trastear con la comida. – Lo que me pregunto es para qué quieres que vaya ligera de ropa si tú no me puedes ver.
                Daría cualquier cosa por verle la cara, me doy cuenta de que es una mierda tener la visión limitada. El doctor que me visitó ayer dijo que pronto mi vista estaría mejor, pero que cuando llegué habían estado preocupados por mis ojos. Después de todo he tenido suerte en varios aspectos, también me he salvado por un pelo de que me extirparan el bazo. No sé qué ocurre cuando uno no tiene bazo, en realidad no sé para qué sirve.
                - Abre la boca – me dice Tatia, me hundo más en la almohada, desconfiado ante un bocado de algo que no puedo ver.
                - ¿Qué es?
                - Sopa, de pescado y muy rica – responde con paciencia.
                Claro, huele a sopa de pescado, pero tenía que asegurarme antes de abrir la boca. Está delicioso y me entra al estómago de forma suave, mis tripas me lo agradecen. En silencio me da de comer la sopa y un poco de fruta troceada.
                - Eres una gran enfermera.
                - Ah, y sin cofia ni ropa corta. ¿A que es genial?
                - Tienes que prometerme que cuando tenga la vista bien, vendrás un día vestida como una enfermera de película porno. –Le comento y sé que se ha ruborizado y puesto nerviosa, porque la mano le ha temblado mientras me limpia la boca.
                - No voy a ponerme eso. Mi madre me mataría si llegara a enterarse. – Ahora titubea.               – De todos modos no sabes cómo soy, y desde ya te digo que no soy guapa.
                - No creo que seas fea. – Le aseguro, pero ya un poco mosqueado. Por más vueltas que doy no logro recordar a una chica con las características que ella me ha descrito. - ¿Qué edad tienes?
                - Eso no se le pregunta a una señorita… pero te responderé de todos modos. Tengo diecisiete años, estoy en un curso inferior al tuyo.
                Bien, tampoco me había centrado exclusivamente en mi curso para la búsqueda, sigo sin encontrar a ninguna chica que concuerde con su descripción. Levanto la mano izquierda e intento cogerla del brazo. La acerco más a mí.
                - Deja que te toque la cara.
                No sé cómo lo hacen los ciegos, pero debo intentarlo, ¿qué mejor ocasión que ésta? Se sienta en la cama y pone mis manos en su rostro, a la altura de las mejillas. Como un escultor repasa su obra, yo deslizo mis manos por su piel, ávido de reconocimiento e interés. Una nariz pequeña, un hoyuelo en la barbilla, unos labios algo carnosos… lleva el cabello corto, por encima de los hombros, y es ligeramente ondulado, sedoso, huele a cítrico, como ella.
                Tiene las orejas pequeñas y luce unos pendientes de aro no muy grandes. Vuelvo al labio inferior, cerca de la comisura izquierda lleva el arete pequeño, ya lo había tocado antes y estoy deseando verlo con claridad. Ahora mismo, por más que lo intento, no logro vislumbrar nada más que una mancha borrosa. ¿Cuándo lograré estar al cien por cien?
                - ¿Estás satisfecho? – me interroga sin moverse de entre mis manos. Estoy cachondo, vuelvo a camuflar mi erección, ya me siento bastante vulnerable tal y como estoy.
                - No me acuerdo de ti, lo siento.
                - No importa – se va a retirar de mi lado pero la retengo, aún en mi estado soy más fuerte que ella. – Suelo pasar desapercibida.
                - ¿A ti te gusta pasar desapercibida?
                - Me da igual. Lo prefiero.
                - No, no te da igual – le discuto al instante. ¿Qué chica prefiere ser invisible? A no ser que sea realmente fea, pero en ese caso también la recordaría. Suelo fijarme bastante en la gente, es un defecto adquirido que siempre me acompañará. Desde que asesinaron a mi padre, presto atención a todos los que me rodean, y he sobrevivido todos estos años gracias a mi manía de fijarme en todos y en todo.
                - Bueno, no me da igual. Pero es lo que hay. – Noto algo de rabia y desdén en su voz, está resentida. Después de todo puede que sí sea fea y se escabulla por los pasillos para no ser visible. Yo también sé como pasar desapercibido cuando me interesa. Pienso que no es el momento de entrar en detalles, en cuestión de días yo mismo descubriré qué aspecto tiene, pero la intriga me está matando mientras tanto.
                - ¿Necesitas algo más?
                - Sí, un baño con esponja. – No puedo evitarlo y también me convierto en un bocazas. Tatiana saca lo más gamberro de mí.
                - ¿Si? Se lo diré a la enfermera Metanova, es una mujer recia y con un bigote de morsa que le cubre los dos labios. Sus dedos son como salchichas alemanas y con la palma de una mano puede abofetear tres mejillas a la vez.
                Me da un ataque de risa y cuando empieza a dolerme todas las heridas suelto toda una suerte de improperios y maldiciones que avergonzarían hasta a mi amigo Paco. A veces se me olvida que Paco ya no está, le extraño muchísimo, siempre fue la voz de la conciencia y la lógica, cuando fallaba la que yo traía de serie al nacer. Tengo ganas de llorar al recordar a mi mejor amigo, pero reprimo las lágrimas hasta el momento en que me quede solo.
                Él no debió acudir en mi lugar a la cita, no tuvo la menor oportunidad de defenderse. Cambió su vida por la mía. No habrá modo de estar en paz con él jamás.
                He dejado de reír hace un rato y Tatiana sigue en silencio sentada en la cama junto a mí. Le acaricio las manos que están entre las mías.
                - ¿Viejos fantasmas? – me pregunta sin querer profundizar en mi silencio.
                - Soy un hombre acosado por el pasado.- Me rio sin humor, no sé si ella me entiende pero no me importa, estas palabras son más una reflexión para mi propia utilidad. – Pero también hay buenos recuerdos.
                Voy a sacudir la cabeza para alejar las penas pero me lo pienso mejor, tampoco es plan marearme ahora mismo. Prefiero cambiar de tema a ver si así consigo el mismo resultado.
                - ¿Llevas tatuajes? – quiero saber más de ella, para ir montando las piezas del puzle. Ojalá no lleve tatuajes, no me gusta que la gente se marque sin razón, solo por moda.
                - Hace un tiempo me hacía mis propios tatuajes con henna, pero ya no. ¿Sabes? Dibujo bastante bien.
                Intento rescatar de la memoria una imagen, alguien inclinado sobre un bloc de dibujo, el cabello cubriendo su cara. Una figura vestida de oscuro, con una chaqueta de cuero, un pantalón vaquero negro y un cinturón de tachuelas dando dos vueltas sobre una cintura estrecha y unas caderas generosas. No es una chica raquítica de las que parecen anoréxicas, es una figura armoniosa, voluptuosa, la clase de silueta que no vende en moda pero que a los hombres nos vuelve locos.
                - Creo que ya sé quién eres.
                La oigo suspirar.
                - Entonces se ha terminado el juego – responde con voz queda.
                ¿De qué juego está hablando?
                - ¿Qué juego? – pregunto molesto, ella se levanta y trato de alcanzarla pero se me escapa de entre los dedos como el agua clara.
                - Tal vez he elegido mal las palabras. Quiero decir que ya no supongo ningún misterio para ti.
                Suspiro aliviado, por un momento he pensado que realmente estaba jugando conmigo pero a un nivel más cruel, y en el estado tan vulnerable en el que me encuentro, no puedo permitirme correr riesgos.
                - ¿Me responderás a una pregunta? – ella no lo ha notado pero me he tomado el tema en serio. No permitiré que me mientan.
                - ¿Has sido sincera conmigo en todo momento?
                Ella guarda silencio y yo pensaría que se ha ido de no ser porque aún la huelo cerca y creo percibir su silueta recortada contra la claridad de la ventana.
                - Alex, puedo ser una persona retraída, antisocial, friki, pero no miento por deporte. Tampoco me gusta que me mientan. Trato de ser coherente. – Se queda callada un instante, voy a hablar pero ella prosigue - … exceptuando las mentiras piadosas.
                - ¿Y las mentiras piadosas son…? – con esta chica es imposible aburrirse o pensar en otras cosas, te absorbe todos tus pensamientos. Sería un elemento idóneo como captora de ilusos para sectas. No te deja pensar, siempre estás a ver qué dice.
                - Las mentiras piadosas son las que les suelto a algunos pacientes: “No se preocupe, pronto estará bien”… o… “esto es solo una mala racha” – interpreta haciendo distintas voces. – Un enfermo lo que menos necesita es que lo desanimen. Aunque sea un enfermo terminal… mi deber es darle ánimos. Si no lo hago así me volvería loca.
                La entiendo y la disculpo. Para no ser remunerado es un trabajo demasiado duro para una chica de diecisiete años.
                - ¿A mí me has dicho alguna mentira piadosa? – tiento a la suerte. No creo que me vaya a morir a consecuencias de mis heridas, tampoco recuerdo que Tatiana me haya dicho alguna frase parecida a las que ha recitado hace un instante.
                - Te puedo decir una ahora, si quieres.
                Me lo pienso, ¿realmente estoy preparado para esto? No es más que una especie de juego pero me siento bastante susceptible.
                - Adelante – la animo armándome de valor.
                - Veamos… – se lo piensa un instante. – No me pareces nada sexy con todas esas contusiones en el cuerpo y la cara.
                Y me paro a analizar sus palabras. Si es una mentira piadosa se supone que debo entenderlo al revés. Una enorme sonrisa tira de las comisuras de mis labios, sus dedos rozan mi boca un instante.
                - He de irme, es tarde.
                No quiero que se vaya, ahora no. Todavía no después de lo que me ha dicho. Quiero retenerla pero no me salen las palabras, sin embargo debo dejarla ir.
                - Hasta mañana. Vendré por la tarde,  hay clase.

                Dejo de oler su aroma y sé que me he quedado solo. Ahora que estoy consciente se me hace inmensamente aburrido el día. Aun recuerdo algunos retazos de cuando he estado en cuidados intensivos. Allí desperté en varias ocasiones y estuve algunos minutos despierto intentando centrarme en mis pensamientos dispersos. Ahora solo me queda todo el día para pensar en Tatiana, en la chica que quiere ser invisible.
                Ahora dispongo de tiempo para especular, porque cuando está ella me absorbe todos los pensamientos lógicos y razonables. Ya recuerdo a esta chica con casi todo detalle, la he visto un millón de veces en la escuela, en ocasiones acompañada de alguna gente, en ocasiones sola. Porque más que amar la soledad, lo que entiendo es que se ha acostumbrado a ella. Y cuando está acompañada, lo está de gente distinta a los demás, inadaptados… jajaja, algo así como  yo. Nos parecemos bastante, por eso creo que me atrae. Quizás si no hubiera hablado con ella no me atraería como lo hace, pero confieso que si no estuviese en esta situación jamás en la vida habríamos mantenido ningún tipo de conversación.
                Ella está insegura, se piensa que cuando la vea bien ya no querré hablar con ella, pero se equivoca, ya la conozco y sé como es. Es una persona sensible pero que se hace la dura, es sincera y cariñosa… eso es lo que yo he conocido de ella y lo que me atrae… porque aunque la recuerdo de verla pasar por los pasillos y de verla sentada con su bloc de dibujo, lo cierto es que no acabo de centrarme en su rostro, solo en su cuerpo.

Tatiana                                                                                                                                                                           
                Me duele dejarle solo, soy una tonta pero creo que me he enamorado, aunque sea un enamoramiento-atolondramiento-deslumbramiento. Sí, eso ha sido, me he deslumbrado con su sonrisa, y con sus ojos oscuros que miran sin ver. Porque le veo que se esfuerza pero también veo que se da por vencido cuando no logra distinguir gran cosa.
                Y es muy cariñoso conmigo, y parece que me conoce de toda la vida. Pero si me paro a pensar… él siempre ha trasmitido la imagen de tipo peligroso. Todo el mundo se enteró de cuando se enfrentaba con Colin, el ex de Brittany. Ha visitado el despacho del director más veces que la limpiadora.
                Jamás habría llegado a imaginar que el pandillero peligroso y con ese lenguaje a medias entre dos idiomas (en el que te decía cosas que nadie sabía a ciencia cierta qué significaba) iba a comportarse conmigo como un gatito ronroneando.
                Supongo que cuando ya esté bien pasará de mí, y bueno, al menos lo habremos pasado bien. ¿Cómo no podría enamorarme? Realmente es encantador, ojalá hubiera estado yo en el lugar de Brittany Ellis, yo no lo habría dejado escapar.
                ¡Y qué descarada he sido! Casi ni me lo puedo creer, es estar a su lado y largar como un criminal acorralado. Alex no tendría precio como interrogador, con buenas palabras y su sonrisa puede hacer que un detenido confiese hasta las pajas que se hace al día.
                                               *                             *                             *                             *
                Me levanto por la mañana temprano, he soñado con Alex, ha sido algo extraño a la vez que natural, sobre todo después de haberme quedado dormida pensando en él, y tentada de llamarle al teléfono de la habitación para oír su voz. Pero habría sido una locura y un error inmensos, se habría pensado que estoy perturbada.
                Pues eso, he soñado con él pero no recuerdo la escena con exactitud, solo que me dejaba envolver por sus brazos y estábamos así un buen rato.
                Permanezco unos minutos bajo la ducha, sin poder quitarme de la cabeza la escena. Finalmente empieza a salir el agua fría y me envuelvo en una toalla esponjosa. Estoy deseando que pasen todas las horas que me separan de estar con él de nuevo, en realidad no sé cómo voy a sobrevivir hasta entonces.
                He conocido a otros pacientes guapos, de mi edad más o menos, pero ninguno me ha hecho desear volver a hacer mi odioso trabajo no remunerado.

                Llego a la cocina y mi padre ya ha puesto en mi plato las tostadas y me ha cortado en trocitos la fruta. Mi padre suele hacer la comida cuando está en casa y le gusta preparar el desayuno para quienes estemos allí. Mi hermano Ben está terminando de desayunar para salir volando. Es mayor que yo tres años y trabaja con mi padre, ambos son bomberos. Lo cierto es que le sienta de muerte el uniforme, tanto el de faena como el de gala, y al igual que mi padre, es bastante alto, de hecho yo no sé de quién he debido heredar mi escaso metro setenta.
                - Ya te queda poco, hermanita – me dice cuando pasa por mi lado y mete la mano en mi plato para adueñarse de un trozo de piña.
                - Solo son un par de semanas más de clase y luego libertad absoluta – confieso.
                - ¿Has pensado a qué te vas a dedicar este verano? – pregunta mi padre, ¿acaso tengo elección? Si hay algo cierto en esta familia es que nadie puede quedarse demasiado tiempo inactivo mirándose el ombligo.
                - Venga, a clase – me apremia papá dando palmadas como si fuese un animador de festejos. Me bebo el resto de la leche y me llevo la tostada para terminarla por el camino. Subo a mi utilitario destartalado que mi hermano rescató del desguace para mí, BENDITA JOYA.
                Cuando meto primera, esta marcha rasca bastante y la gente suele mirarme pensando que no he pisado el embrague a fondo.       
                Mi padre dice que me conforme con el estado del coche, que ya le echará un ojo, pero yo sigo haciendo el imbécil con el trasto inútil. Porque todas las mañanas se lleva una suerte de insultos, cualquier día se revelará contra mí y tendré que ir a clase caminando.

                Tardo quince minutos en llegar al instituto y cinco minutos más en encontrar aparcamiento libre en la parte más alejada. Lucy está sentada en los escalones de la entrada leyendo un “manga” y aislada del mundo con los auriculares de su Ipod. No es que seamos íntimas (solo somos amigas) me siento a su lado y me pasa uno de los auriculares. No me gusta la música que escucha, pero aparento que sí.
                Veo entrar a los amigos de Alex, esos chicos con los que va, y noto una punzada de rabia, sé que cuando esté listo, me ignorará como hace todo el mundo.
                Brittany acaba de entrar al edificio, antes no pero ahora me siento celosa de lo que ha compartido con Alex. Gracias a Dios parece que lo suyo no ha funcionado, pero no debo cantar victoria, DONDE HUBO FUEGO AUN QUEDAN RESCOLDOS… ¿no es eso lo que se dice?

Alex                                                                                                                                                                                 
                Parece mentira, pero estoy ansioso por ver a Tatiana. Hoy, cuando he despertado, me ha parecido que mi vista había mejorado. Luego ha llegado el doctor y me ha examinado los ojos, con una jodida linterna que me ha deslumbrado. Me ha dado buenas noticias, dice que me estoy recuperando bastante bien. De mis otros males… dice que va despacio pero que estoy evolucionando según lo previsto. Es optimista con mi recuperación… y yo también.
                La tarde y la noche que he pasado, hasta que me ha sobrevenido el sueño, ha sido agotadoras… nunca he deseado tanto algo.
                Y hoy estoy ansioso por que llegue Tatiana para contarle las novedades. Aunque tal vez no le cuente nada… suelo tener la mala costumbre de replegarme sobre mí mismo y solo dejo ver mi dura coraza.
                Pero ella no tiene coraza, Tatia abre la boca y dice lo que le pasa por la cabeza. Su padre dirá que no es conveniente pero a mí me resulta refrescante.
                Llaman a la puerta.
                - Buenas tardes – saluda Tatiana. Se acerca a la cama y cuando la tengo más cerca la tomo de la muñeca y tiro de ella hasta sentarla en la cama a mi lado. Tomo su cara entre mis manos.
                - Dios mío, eres preciosa.
                Noto tensión en sus brazos que ha apoyado a ambos lado de mi cuerpo, para no caerse sobre mí. Quiere  levantarse pero no se lo permito. Me concentro en prestarle atención… efectivamente tiene los ojos de gato, verde, almendrados, con unas tupidas pestañas oscuras. Su cabello es castaño oscuro, enredo mis dedos en él, es sedoso y suave.
                Dios, me siento como un bebé con un juguete multicolor. Es una gozada ver tantos detalles. Debo de estar embobado y ella no ha dicho ni una sola palabra, parece asustada.
                - Tatia, eres hermosa – le confieso sin pudor.
                - Eso lo dicen todos, por aquí la gente está tan agradecida de que los entretenga que son capaces de decirme cualquier cosa con tal de que siga haciéndoles el rato más llevadero.
                No me puedo creer que no se lo crea.
                - Tatia, es cierto. Eres hermosa – ahora soy capaz de ver sus reacciones, y su reacción ha sido ruborizarse e intentar huir de mí. Pero no lo voy a permitir, esta chica me gusta y no la pienso dejar escapar. Quizás me estoy dejando llevar, tal vez me equivoque… y he cometido dos errores… y pero dicen que A LA TERCERA VA LA VENCIDA.

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