Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

viernes, 17 de junio de 2011

19. KYLE

                Entramos en el servicio de la biblioteca a lavarnos las manos y luego nos sentamos fuera, sobre un frío escalón.
                - ¿Qué ha preparado hoy el chef para comer?
                - Le chef Fgansuas ha pgepagado un guiquisimo manjag. De pguimego fgomag de chevgue (entgue otgos animales) y de segundo, zanahoguia en su soledad más absoluta, guegada con agua del guifo. ¡Bon apetit!≫.
                Me tronchaba de risa de ver la carita que puso Jared mientras yo trataba de hablar con mi fingido y exagerado acento francés. Corté un trozo de queso con la navaja suiza que me regaló mi padre por mi décimo cumpleaños. El muy cabrón se reía cuando me la dio, decía que era igualita a la que usaba MacGiver, y yo nunca supe quien coño era ese tal MacGiver.
                Ahora me alegraba y me enorgullecía de ella, lo mismo cortaba un trozo de carne que podía aserrar una rama no muy gruesa… o aflojar un tornillo. Vale, estas dos últimas acciones no creía que me sirvieran de mucho, la de los tornillos… vale, pero el micro serrucho… en fin, si tuviera que esconderme en el bosque, pues todavía. Podría construir una cabaña en el parque, como si fuese un crío de siete años. Lástima que jamás tuve oportunidad de actuar como un crió de esa edad.
                - ¿Qué te apetece hoy para leer?
                - Robinson Crusoe – lo de la navaja multiusos había despertado mi espíritu aventurero.
                Acampé en un sofá de la entreplanta y coloqué nuestras mochilas en el suelo, a mis pies, mientras Jared entraba en la sala de lectura a localizar los libros.
                Los chicos que había allí me miraron con recelo, me sentí incómodo como nunca en mi vida. Y eso que las chicas reaccionaban de manera distinta, he de reconocer con orgullo que ellas me solían mirar con morbo. Pero hoy estaba especialmente susceptible y sensible, hoy me había permitido recordar a mi padre. De no ser por mi vida ambulante, bien podría haber sido uno de ellos, mirando a un vagabundo con aprensión y quizás con repulsión.
                Me removí incómodo en el asiento, como si ese no fuera mi lugar y sacudí la cabeza para apartar el resentimiento. En definitiva, era un tipo aseado y afeitado, mis ropas estaban gastadas pero limpias, aunque mis manos estaban callosas de trabajar en lo que salía.
                Nadie daba trabajo a alguien como yo, nada que no fuera sin contrato y solo durante un par de horas. Lo mismo le ocurría a Jared.
                Éste no tardó en llegar pavoneándose y mostrando un cómic que agitaba ante mis ojos, como si yo entendiera qué quería decir con ello.
                - Mira y llora, he encontrado… un cómic del capitán América. ¿Qué te parece?
                Yo no veía nada emocionante en el dichoso cómic, jamás me había llamado la atención ese tipo de lecturas. Prefería las aventuras de capa y espada: piratas, caballeros de las cruzadas. Mi padre me contaba las aventuras de Robin Hood y las del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda.
                Nos acoplamos cómodamente cada uno en nuestro extremo del sofá y nos dedicamos a leer para pasar el rato, aislándonos del mundo y de los niñatos curiosos que no dejaban de observarnos como si fuéramos a robarles la inocencia… o la billetera.

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