Relatos cortos, criticas y algunas cosas más.

martes, 12 de abril de 2011

9. RILEY

                Un par de horas más tarde, cuando salí del ensayo, enfilé mi camino sola. Esta noche habían estado geniales, lástima que solo sucediera muy de vez en cuando. Ellos se habían quedado un rato más, pero yo estaba deseando llegar a casa y acostarme.
                Volvía a casa bajo un maltrecho paraguas que había encontrado roto en una papelera. Estaba un poco torcido, como si hubiese sido atacado por un huracán, pero aún así me hacía el apaño. A parte de todo esto, no podía quitarme de la cabeza a Kyle y a Jared, me preguntaba dónde podían estar, porque la lluvia había acentuado la sensación de frío.
                Yo sentía el frío atravesando la ropa e instalándose en mis huesos, y tenía los pies mojados porque estaba cayendo un buen chaparrón. Pasé por delante del portal de una tienda, apenas medio metro de cobijo, y vi un bulto enroscado. No me lo podía creer, lo miré bien, era Jared ¿Pero dónde estaba Kyle? Él estaba sentado en el suelo, con los brazos había rodeado sus piernas, vi salir vapor de entre sus rodillas, allí donde había ocultado su rostro. Se había cubierto las piernas con un grueso plástico negro, y estaba temblando.
- ¿Jared?
                Él levantó la cabeza lentamente, estaba empapado. Me miró con los ojos enrojecidos.
- ¿Y Kyle? – pregunté agachándome frente a él, cubriéndonos a ambos con el paragua.
- Él… está en el refugio.
- ¿Y tú?
- No… no hay sitio para los dos, él… él está enfermo.
                Me atreví a tocar su mejilla, él reculó hacia atrás esquivando mi contacto.
                Mamá opinaba que yo era egoísta y que solo pensaba en mí misma. Esta vez no conté ni hasta tres.
- Ven conmigo – le dije y no me arrepentí.
- No… necesito tu caridad, no… sientas lástima por mí.
                Esto no lo esperaba, con razón decía su amigo que era demasiado orgulloso.
- Déjate de chorradas y acompáñame.
                Sabía que era demasiado brusca, pero funcionó porque el tipo se puso en pie con cierta dificultad. Era más alto que yo, y eso que yo ya rondaba el metro ochenta de estatura. Por ello siempre era la larguirucha de la clase, la que llegaba a los altillos de los armarios y a los estantes más elevados de los supermercados, la que alcanzaba las cosas que los demás no podían atrapar (la que siempre estaba ayudando a las ancianas diminutas). Otra gente me decía “¿Qué tal por ahí arriba?” mi madre decía que lo sacaban de las películas de James Stewart. Incluso el profe de gimnasia se empeñaba en hacerme entrar en el equipo de baloncesto, pero no siempre una elevada estatura iba de la mano de destreza deportiva.
                Jared debía medir metro noventa largos, y era atractivo, no sabía por qué estaba viviendo en la calle cuando podría estar desfilando por cualquier pasarela de modas de Europa. No, no me había enamorado, solo reconocía lo evidente.
                Echamos a andar cobijándonos bajo el destartalado paraguas, él lo observó e hizo una mueca, imaginé que pensaba algo sobre la reliquia que nos protegía de la lluvia, pero tuvo el detalle de guardarse el comentario.
- Aquí es – dije deteniéndome delante de mi casa. Me sentí rara teniéndole a mi lado. Realmente no olía mal, ni olor a sudor ni a sucio, solo a… hombre mojado.
                En este momento tenía que concentrarme en mi casa para no empezar a hiperventilar. El edificio estaba un poco descuidado por fuera, le hacía falta un buen lavado de cara: pintar la fachada y dar un retoque a las ventanas de hierro, o bien cambiarlas por unas de aluminio o de madera.
                Saqué las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón vaquero y noté que Jared no dejaba de observar todos mis movimientos, me costó un par de intentos encontrar la llave adecuada y hacerla entrar en la cerradura. Por suerte logré arrinconar en lo más profundo de mi ser la idea de que podía estar equivocándome y haciendo una locura.
- Entra – le invité a pasar mientras me echaba a un lado y le daba a la luz del recibidor (si era un vampiro… ufff, ya le había invitado a entrar, estaba perdida). El recibidor era bastante acogedor, había que decir que mi madre tenía mano en la decoración, a pesar de que contaba con escaso presupuesto.
                Le guié hacia la parte de arriba de la casa, mi habitación estaba por allí, junto con el cuarto de baño y otra habitación más. Mis dominios eran bastante reducidos, lo justo de tener un armario, una cama, una mesilla y una silla para poner la ropa. Solía estudiar en la cocina y dejar mis trastos en la llamada “habitación de invitados” aunque nunca habíamos tenido invitados.
                Abrí la puerta de este dormitorio y se lo mostré a Jared, que permanecía en silencio.
- Puedes dejar aquí tus cosas, espera – le dije mientras me adelantaba y quitaba una pila de libros que había sobre la cama. Estiré el edredón y alisé la ropa. – Ya está. Ven y te muestro donde está el baño.
                Caminé hacia el baño sintiéndome como una agente inmobiliaria enseñando una vivienda para arrendar. Cuando llegué al cuarto de baño, me alegré de haberlo recogido antes de salir de casa, aunque yo era por naturaleza desordenada. Esto debía ser genético por parte de padre, porque mi madre siempre estaba guardando mis cosas en los cajones y armarios, también me compraba útiles de almacenaje.
                El baño era bastante grande, con una ducha amplia y todo lo necesario para el aseo, me sonrojé al reparar en el enorme espejo siempre lleno de refregones y salpicaduras de agua y pasta de dientes. Me di la vuelta y choqué contra él, estaba parado en el vano de la puerta, ocupando todo el espacio. Me percaté de una extraña corriente eléctrica, que a modo de latigazo, ascendió por mi espina dorsal y terminó estremeciéndome. Él era recio como el tronco de un buen árbol.
- ¿Por qué haces esto? – preguntó, advertí que estaba temblando, su rostro estaba pálido y sus labios con un tono morado.
- ¿Y qué importa? Acéptalo, y ya está ¿No?
                Entró en el baño con su petate y cerró la puerta en mi cara. Di marcha atrás y bajé a la cocina a calentar la cena.

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